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rarse de la industria. La filma-
ción de su última filmación se
transforma en Rocco, un pe-
lícula del orden de la erótica
(cf. p. 104) que pueden en-
contrar en Netflix.
Como anticipaba, esta
transgresión al deseo tie-
ne su costado necesario, vi-
tal, vinculado a la pulsión, y
también su costado mortífero
cuando el Superyó con su se-
veridad se vuelve implacable
ante la trasgresión.
El problema irresoluble
con el que nos encontramos
es el “y”. Necesario y mor-
tífero. Es lo que Lacan nos
trasmite como la paradoja
del goce. “Todo ejercicio del
goce entraña algo que se ins-
cribe en el Libro de la deuda
de la Ley. Más aún, es necesa-
rio que algo de esa regulación
sea o paradoja o lugar de al-
gún desarreglo, pues el fran-
queamiento de la falla en el
otro sentido no es equivalen-
te. […] Todo lo que del goce
se gira hacia la interdicción se
dirige en dirección a un refor-
zamiento siempre creciente
de la interdicción” (p. 214).
¿Qué hacemos en un aná-
lisis con la demanda pulsio-
nal que impone un franquea-
miento del deseo? ¿Intenta-
mos encauzarla por la vía del
deseo? ¿No se convertiría esa
dirección de la cura en un so-
metimiento de la pulsión a la
ley moral, a la ley moral de
la teoría psicoanalítica, a una
ley moral que nada tiene que
ver con la verdad del sujeto?
Mi propuesta es guiar los
desbordes pulsionales por la
vía de la sublimación. Aún si
esa vía implicara conducir a
un paciente a volver a la in-
dustria del porno. Guiar los
desbordes desprejuiciada-
mente, respetando cierto ac-
ceso al goce, pero no sin pro-
mover algún tipo de rodeo
en los intentos de acceso a La
Cosa. Considero que esto tam-
bién es una posición ética que
se vincula al Goce y que no
necesariamente tiene que ver
con el deseo encauzado, sino
con la posibilidad de trasgre-
dirlo creativamente.
Colaboración
Amor y duelo:
Los límites de la teoría freudiana
por Agustina Toso y Marcelo Grigoravicius
E
l psicoanálisis al abordar los procesos
de duelo hace foco en el sujeto en due-
lo y no en el objeto perdido. Sin embar-
go, resulta necesario indagar metapsicológica-
mente qué tipo de objeto se pierde en el duelo.
Desde el psicoanálisis freudiano se podrían
diferenciar tres tipos de objetos (Rabinovich,
1988/1997): el objeto del deseo, el objeto de
la pulsión y el objeto de amor.
Freud conceptualiza en su Proyecto de Psi-
cología para neurólogos (1895/1996) la pri-
mer vivencia de satisfacción del ser humano
a partir del auxilio ajeno ante el desamparo
constitucional. Esta primera vivencia que im-
plica una primer descarga de tensión impri-
me en el aparato psíquico una huella mnémi-
ca que luego será investida alucinatoriamen-
te como un intento de repetición de aquella
primer vivencia. Este intento conlleva siem-
pre un fracaso, ya que el primer objeto nun-
ca es reencontrado. Como consecuencia en-
tonces de este desencuentro, se produce una
pérdida mítica del objeto, cuya ausencia da
lugar al surgimiento del deseo como tal. En-
tonces el objeto del deseo es conceptualizado
por Freud como esencialmente perdido en el
sentido que opera desde su ausencia. El de-
seo es por definición insatisfecho ya que nun-
ca se reencuentra con su objeto.
Este tipo de pérdida es reinterpretada por
Lacan como una falta de objeto desde el ori-
gen, es decir, estructural y característica del
humano. Esto implica que nunca haya habi-
do objeto, de modo que no es posible perder-
lo. Es imposible perder lo que nunca se tuvo.
Cabe destacar que para Lacan esta falta de
objeto está íntimamente relacionada con la
falta de complementariedad entre el sujeto y
el objeto. No se complementan ni se comple-
tan, ese lugar de falta como vacío, como es-
tructura agujereada es a la vez lo que permi-
te al sujeto desear (Lacan, 1964).
En relación al objeto de la pulsión, Freud
considera que es contingente, variable y par-
cial; se trata de “una parte” que no debe con-
fundirse con “una persona”; su presencia es
condición necesaria para la satisfacción siem-
pre sustitutiva de la pulsión. Este tipo de ob-
jeto debe estar presente para que la pulsión
se satisfaga utilizándolo como un medio, un
instrumento; incluso Freud lo define como un
componente esencial del concepto de pulsión
(1915/1996). A diferencia del objeto del de-
seo cuya esencia es faltar, para la pulsión es
imperiosa la presencia de un objeto para sa-
tisfacerse; el empuje de la pulsión encuentra
las vías necesarias para alcanzar su meta. En
este sentido, para la pulsión no hay lugar para
la pérdida de objeto, ya que siempre encuen-
tra un sustituto para satisfacerse. Por tanto,
no hay duelo posible por este objeto, la pul-
sión desconoce la ausencia.
Por su lado, el objeto de amor que Freud
asocia a lo que denomina “elección de obje-
to”, se corresponde con la “elección de una
persona” por parte del yo; este objeto tie-
ne como característica ser total y por ende,
pretende una completud narcisista (Freud,
1914/1996). A diferencia del objeto del deseo
que falta y del objeto de la pulsión que se pre-
sentifica en la fijación pulsional, el objeto de
amor se “elige”, según Freud, siguiendo los pa-
sos del narcisismo, y puede no necesariamente
estar presente. En este punto, podemos pensar
que el hallazgo del objeto de amor constitu-
ye un logro para Freud. Se trata de una “elec-
ción” de un objeto total por fuera del propio
cuerpo con rastros narcisistas. El objeto que se
pierde en el duelo es este objeto de amor, que
al no existir más, exige retraer la libido nueva-
mente hacia el yo, implicando el repliegue so-
bre sí mismo tan característico del duelo, y que
se diferencia claramente del autoerotismo.
Según estas distinciones, se evidencia que
en la obra freudiana, el concepto de duelo
no puede asociarse ni al objeto del deseo ni
al objeto de la pulsión. No hay duelo por el
objeto perdido del deseo, y la pulsión implica
forzosamente la presencia de un objeto par-
cial. La pérdida que está en juego en el due-
lo es la del objeto de amor y es en ese senti-
do que puede pensarse que toda pérdida de
dicho objeto conlleva también, por sus ca-
racterísticas, una profunda herida narcisista.
En este punto puede comprenderse mejor la
polémica que despierta la idea freudiana acer-
ca de la sustitución del objeto como objetivo
del duelo. La idea de sustituibilidad del objeto
perdido es consecuencia de cierta concepción
del amor en Freud, en tanto relación amorosa
con otra persona. Si pensamos que el objeto
de amor, remite a la relación amorosa con el
partenaire, la pérdida de dicho objeto lleva-
ría al reemplazo y sustitución por otro obje-
to, a la manera de “un clavo saca otro clavo”.
Pero nos preguntamos acerca de los objetos
Imago Agenda | N° 207 | Otoño 2020 | 41