Imago Agenda 207, otoño 2020 Agenda 207 | Page 41

LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837 | Ecuador 618 | Buenos Aires, Argentina | Telefax 4825-9034 | www.imagoagenda.com rarse de la industria. La filma- ción de su última filmación se transforma en Rocco, un pe- lícula del orden de la erótica (cf. p. 104) que pueden en- contrar en Netflix. Como anticipaba, esta transgresión al deseo tie- ne su costado necesario, vi- tal, vinculado a la pulsión, y también su costado mortífero cuando el Superyó con su se- veridad se vuelve implacable ante la trasgresión. El problema irresoluble con el que nos encontramos es el “y”. Necesario y mor- tífero. Es lo que Lacan nos trasmite como la paradoja del goce. “Todo ejercicio del goce entraña algo que se ins- cribe en el Libro de la deuda de la Ley. Más aún, es necesa- rio que algo de esa regulación sea o paradoja o lugar de al- gún desarreglo, pues el fran- queamiento de la falla en el otro sentido no es equivalen- te. […] Todo lo que del goce se gira hacia la interdicción se dirige en dirección a un refor- zamiento siempre creciente de la interdicción” (p. 214). ¿Qué hacemos en un aná- lisis con la demanda pulsio- nal que impone un franquea- miento del deseo? ¿Intenta- mos encauzarla por la vía del deseo? ¿No se convertiría esa dirección de la cura en un so- metimiento de la pulsión a la ley moral, a la ley moral de la teoría psicoanalítica, a una ley moral que nada tiene que ver con la verdad del sujeto? Mi propuesta es guiar los desbordes pulsionales por la vía de la sublimación. Aún si esa vía implicara conducir a un paciente a volver a la in- dustria del porno. Guiar los desbordes desprejuiciada- mente, respetando cierto ac- ceso al goce, pero no sin pro- mover algún tipo de rodeo en los intentos de acceso a La Cosa. Considero que esto tam- bién es una posición ética que se vincula al Goce y que no necesariamente tiene que ver con el deseo encauzado, sino con la posibilidad de trasgre- dirlo creativamente.  Colaboración Amor y duelo: Los límites de la teoría freudiana por Agustina Toso y Marcelo Grigoravicius E l psicoanálisis al abordar los procesos de duelo hace foco en el sujeto en due- lo y no en el objeto perdido. Sin embar- go, resulta necesario indagar metapsicológica- mente qué tipo de objeto se pierde en el duelo. Desde el psicoanálisis freudiano se podrían diferenciar tres tipos de objetos (Rabinovich, 1988/1997): el objeto del deseo, el objeto de la pulsión y el objeto de amor. Freud conceptualiza en su Proyecto de Psi- cología para neurólogos (1895/1996) la pri- mer vivencia de satisfacción del ser humano a partir del auxilio ajeno ante el desamparo constitucional. Esta primera vivencia que im- plica una primer descarga de tensión impri- me en el aparato psíquico una huella mnémi- ca que luego será investida alucinatoriamen- te como un intento de repetición de aquella primer vivencia. Este intento conlleva siem- pre un fracaso, ya que el primer objeto nun- ca es reencontrado. Como consecuencia en- tonces de este desencuentro, se produce una pérdida mítica del objeto, cuya ausencia da lugar al surgimiento del deseo como tal. En- tonces el objeto del deseo es conceptualizado por Freud como esencialmente perdido en el sentido que opera desde su ausencia. El de- seo es por definición insatisfecho ya que nun- ca se reencuentra con su objeto. Este tipo de pérdida es reinterpretada por Lacan como una falta de objeto desde el ori- gen, es decir, estructural y característica del humano. Esto implica que nunca haya habi- do objeto, de modo que no es posible perder- lo. Es imposible perder lo que nunca se tuvo. Cabe destacar que para Lacan esta falta de objeto está íntimamente relacionada con la falta de complementariedad entre el sujeto y el objeto. No se complementan ni se comple- tan, ese lugar de falta como vacío, como es- tructura agujereada es a la vez lo que permi- te al sujeto desear (Lacan, 1964). En relación al objeto de la pulsión, Freud considera que es contingente, variable y par- cial; se trata de “una parte” que no debe con- fundirse con “una persona”; su presencia es condición necesaria para la satisfacción siem- pre sustitutiva de la pulsión. Este tipo de ob- jeto debe estar presente para que la pulsión se satisfaga utilizándolo como un medio, un instrumento; incluso Freud lo define como un componente esencial del concepto de pulsión (1915/1996). A diferencia del objeto del de- seo cuya esencia es faltar, para la pulsión es imperiosa la presencia de un objeto para sa- tisfacerse; el empuje de la pulsión encuentra las vías necesarias para alcanzar su meta. En este sentido, para la pulsión no hay lugar para la pérdida de objeto, ya que siempre encuen- tra un sustituto para satisfacerse. Por tanto, no hay duelo posible por este objeto, la pul- sión desconoce la ausencia. Por su lado, el objeto de amor que Freud asocia a lo que denomina “elección de obje- to”, se corresponde con la “elección de una persona” por parte del yo; este objeto tie- ne como característica ser total y por ende, pretende una completud narcisista (Freud, 1914/1996). A diferencia del objeto del deseo que falta y del objeto de la pulsión que se pre- sentifica en la fijación pulsional, el objeto de amor se “elige”, según Freud, siguiendo los pa- sos del narcisismo, y puede no necesariamente estar presente. En este punto, podemos pensar que el hallazgo del objeto de amor constitu- ye un logro para Freud. Se trata de una “elec- ción” de un objeto total por fuera del propio cuerpo con rastros narcisistas. El objeto que se pierde en el duelo es este objeto de amor, que al no existir más, exige retraer la libido nueva- mente hacia el yo, implicando el repliegue so- bre sí mismo tan característico del duelo, y que se diferencia claramente del autoerotismo. Según estas distinciones, se evidencia que en la obra freudiana, el concepto de duelo no puede asociarse ni al objeto del deseo ni al objeto de la pulsión. No hay duelo por el objeto perdido del deseo, y la pulsión implica forzosamente la presencia de un objeto par- cial. La pérdida que está en juego en el due- lo es la del objeto de amor y es en ese senti- do que puede pensarse que toda pérdida de dicho objeto conlleva también, por sus ca- racterísticas, una profunda herida narcisista. En este punto puede comprenderse mejor la polémica que despierta la idea freudiana acer- ca de la sustitución del objeto como objetivo del duelo. La idea de sustituibilidad del objeto perdido es consecuencia de cierta concepción del amor en Freud, en tanto relación amorosa con otra persona. Si pensamos que el objeto de amor, remite a la relación amorosa con el partenaire, la pérdida de dicho objeto lleva- ría al reemplazo y sustitución por otro obje- to, a la manera de “un clavo saca otro clavo”. Pero nos preguntamos acerca de los objetos Imago Agenda | N° 207 | Otoño 2020 | 41