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Eso es la moda, amor
Como posdata a Colombiamoda, un evento lejano y cercano al mismo tiempo, al que tanto debemos en Medellín, te propongo, amor, sin que nadie se entere, evocar el rito matutino del vestier.
No es sino que abras la ventana y el mundo es esa luz lechosa desleída en el espejo donde tú, cariño, cubierta solo con el último velo del sueño, empiezas la angustiosa liturgia de la escogencia, de la selección de la ropa con la que te has de vestir.
Porque elegancia, aun etimológicamente, es elegir. Y si la sociedad tuviera conciencia de la raíz de desasosiego y tensión que es para la mujer la elección de las prendas que usará durante el día, adobaría la admiración o la atracción sexual con algo de cariñosa compasión.
No te ofendas, corazón, pero es que me duele verte sufrir en ese momento de indecisión. Como quien acaricia el dorso de un gato dormido, tu mano se desliza, de gancho en gancho por el perchero, primero con lentitud, después con el frenesí de la desesperación. Luego regresas repasando vestido por vestido, como hojeando las páginas de un libro. Porque si el vestier no está repleto, no tiene sentido la ceremonia. La moda es precisamente eso: la angustia (o el placer, vaya usted a saber) de escoger entre muchas posibilidades. Un ejercicio de libertad que se ha vuelto tiranía.
Imperceptiblemente te hundes en la arena movediza de las infinitas confrontaciones que te impone estar a la moda: estilos, colores, innovaciones, y esa inasible lógica de qué le cae bien a qué, del qué dirán.
Pienso en Eva, la del paraíso. Es tu desnudez inocente la que origina la asociación de ideas y el recuerdo de esa primera vez en que ellos, Adán y Eva, se sintieron desnudos tras comer del árbol del bien y del mal y tuvieron que escoger entre las hojas del paraíso la que al fin cubrió sus vergüenzas: la hoja de parra. Fue la primera pasarela, digo yo. Allí nació la moda. Por eso tu rito matinal de escoger qué ponerte tiene sabor de pecado original. Mira por dónde llegamos a la raíz de todo.
Pero volvamos a la tierra. Llegó el momento de la despiadada labor de los rechazos. ¿Sabes, amor, lo que eso significa? Tus vestidos tienen vida y sentimiento, aunque no te parezca. Son, ahí en el vestier, como prisioneros enjaulados que esperan ansiosos esa mañana en que tú, por fin, les das la posibilidad de salir por el mundo pegados a tu piel, a tu aroma.
Son ellos, tus vestidos, los acólitos de esa liturgia hamletiana de ser o no ser, de todos los días. Tú, ahí, a luz del amanecer, frente al espejo, eres la protagonista de un drama tan viejo como el ser humano: el drama de la libertad, la tragedia de tener que escoger. Eso es la moda, amor .