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LO QUE NATASHA MATÓ
“Después de que mataron a mi papá yo no había podido escribir nada. Tuve un sueño en el que estaba en un mirador con un 'man'. Le pregunté cuántos años tenía y me dijo: 23. En ese momento yo tenía la misma edad. Y yo le decía cómo se llama usted y él me decía me llamo Jesús y yo maté a su papá”. Así cuenta Laura Mora el punto cero de la historia que llevó a la pantalla y que le tomó más de cinco años.
Matar a Jesús acaba de ganar en el Festival de Cine de Cartagena, Ficci, el premio del público. Suma ya una docena de reconocimientos obtenidos en festivales como La Habana, Huelva y San Sebastián.
La película es la historia de Paula (Natasha Jaramillo), una joven universitaria que presencia el asesinato de su padre a manos de un joven sicario (Giovanny Rodríguez). A partir de entonces su único objetivo será encontrar respuestas y acercarse al asesino.
La cinta está narrada en tiempo cronológico y con actores naturales. Todos paisas. Excelentes los jóvenes protagonistas al encarnar dos mundos opuestos que por primera vez se encuentran.
UN ARGUMENTO DESGARRADOR
Matar a Jesús es una película intensa, impactante, conmovedora y muy bien narrada que se sitúa en las calles de Medellín, en barrios como Villatina, La Sierra y en La Universidad de Antioquia.
Es una cinta que involucra al espectador y que no lo suelta hasta el final. Describe con gran precisión la cotidianidad de los barrios marginales, la dinámica de los jóvenes y las familias.
Para Laura Mora, la ciudad de Medellín, es la tercera protagonista de la historia. Y es que cada espacio está vivo y respira autenticidad. La película es maravillosa al transmitir la sensación de cercanía y, a la vez, de extrañamiento. Pues a partir de la muerte del padre, la protagonista entra en una especie de trance, de realidad paralela. Para la muestra, el viaje en moto en cámara lenta.
La cinta es, al mismo tiempo, contemplativa, sin que se afecte el ritmo y el interés en la trama. Describe con acierto un estado de conmoción interior, un duelo tan profundo y solitario que solo el cine permite expresar. Inolvidables las hermosas imágenes de la inmersión en los charcos y la sensación de bajar al abismo, a cada paso.
Matar a Jesús es una obra hecha desde la entraña, con amor y dolor, a partes iguales y, sobre todo, con libertad absoluta. La misma que tiene la cámara y que envuelve y sigue a los personajes.
Pero, sin duda, lo más poderoso de la película es su postura ética, pues la protagonista deberá decidir si la venganza es la respuesta a su dolor y si permite que la violencia y el odio consuman su vida.
Matar a Jesús es una obra valiente y sincera que hace preguntas importantes sobre la naturaleza de la violencia, sobre la historia de nuestra ciudad y del país y que mira desde adentro la marginalidad.
¿QUÉ HAY MÁS ALLÁ?
A finales de 2015, Laura Mora regresó a Medellín, su ciudad natal, para reencontrarse con su obsesión personal: rodar su primera película, aquella que le haría honor a la memoria de su padre y que la enfrentaría también a la constatación de que las dinámicas de la violencia, la pobreza y la orfandad de los jóvenes de Medellín seguían presentes, aun después de casi dos décadas de su tragedia personal.
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La búsqueda de los actores no profesionales y de las locaciones fue una odisea de cincuenta meses, así como el rodaje, pues las condiciones climáticas hicieron muy difícil rodar cronológicamente, sin saltos de escenas, uno de los tantos aciertos de la película. Finalmente, Mora viajó a Argentina con más de 53 horas de material, para convertirlas en 96 minutos. Así nació Matar a Jesús, su primera película autoral que, tras un recorrido excepcional por 20 festivales internacionales –llevándose doce premios–, se estrena en el FICCI y llega el 8 de marzo a las salas de cine del país.
UN PROBLEMA COYUNTURAL
Matar a Jesús es una historia casi real. Ambientada en Medellín, tanto en sus comunas como en sus universidades, sigue la historia de Paula, una joven estudiante de arte y testigo accidental del asesinato de su padre. En medio del duelo, acaba en un discoteca donde conoce a Jesús, el sicario que lo mató. Ella busca acercarse para matarlo pero esa misma cercanía le hace darse cuenta que es solo una persona más.
Laura Mora, directora del largometraje, también sufrió el asesinato de su padre. Quiso narrar la historia por medio de la ficción pero no fue capaz hasta que tuvo un sueño en el que se encuentra con el sicario de su papá: se le presentó como Jesús. Pero dice que no fue hasta hacer la película que vio lo íntima que puede ser la violencia, y lo variada: la violencia puede ser exclusión, puede ser económica, puede ser social.
Mora grabó la película con actores naturales, entre ellos estaba Natasha Jaramillo. Ella interpreta a Paula, quien ha sufrido los estragos de la misma Medellín violenta que conoce Mora. La directora vio a la actriz por primera vez en el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM), pero la perdió entre el gentío y se demoró meses en volver a verla en la calle para insistirle que participara en la película. A pesar del éxito del largometraje (ha recibido 12 premios en su recorrido por 20 festivales internacionales), Jaramillo dice que será su única obra.