Identidades Numero 4, Diciembre 2014 | страница 15

inclusivas desde el momento en que reconocen los derechos de propiedad, incentivan a las personas a que empleen sus talentos, potencian la ley como el lugar de la certidumbre ciudadana, garantizan unos bienes y servicios públicos que establecen condiciones mínimas de igualdad ―la educación obligatoria y el acceso a los servicios de salud― y crean las condiciones propicias para el desarrollo de mercados abiertos: tener una idea, crear un negocio y pedir un préstamo. Ese proceso de instituciones inclusivas en Cuba, recogido más tarde en la Constitución de 1940, abrió una vía clave para disolver la economía y el mercado étnico. Después de la década de 1930, todos los cubanos podían ser libremente contratados en el mercado laboral y las luchas sindicales arrancaban derechos básicos para los trabajadores. Las inconsistencias del ámbito político, que llevaron al golpe de Estado de 1952, malograron este proceso acumulativo. En 1959 se inicia el proceso, culminado en 1968 con la llamada Ofensiva Revolucionaria, de recuperación acelerada de las instituciones extractivas de la economía. El antiguo modelo extractivo colonial adquiere una nueva dimensión con el modelo extractivo totalitario. Si la colonia restringe el mercado para la élite, el totalitarismo disuelve el mercado para establecer una economía de dones o privilegios. La política social del nuevo modelo extractivo enmascara la economía étnica. El igualitarismo negativo —que minimiza el acceso a los bienes y servicios indiferenciadamente a todos los que no son miembros de la elite— construye el imaginario de inclusión racial dentro de unas instituciones que niegan la diferenciación social al suprimir la propiedad privada, la economía de mercado y el uso creativo de los talentos adquiridos o por adquirir. Al destruir las condiciones básicas para la libertad económica, se produce una igualación precaria que convierte a dos sujetos, al pueblo y a los ciudadanos, en una masa receptora de bienes y servicios otorgados, que se moviliza para las tareas de la producción. No es casual que el modelo extractivo totalitario dependa fundamentalmente, como en la colonia, de la industria azucarera, en la que se concentró la mayor cantidad de recursos tanto humanos como de bienes de capital, así como los mayores esfuerzos tecnológicos. En este nuevo escenario, la economía étnica se invisibiliza, pero existe. Una primera determinación de su prolongación histórica, bastante evidente, es el nuevo esquema de redistribución económica basada en los dones o privilegios. Un conjunto específico de bienes y servicios está destinado, a partir de la consolidación del totalitarismo en Cuba, exclusivamente a la elite, compuesta por los jerarcas del poder y un segmento elegido de altos funcionarios dentro de los que no circulan, de ninguna manera, los afrodescendientes. Como grupo, más allá de personas específicas, los afrodescendientes no son sujetos dentro de la circulación de las elites. Su acceso a la economía de dones o privilegios fue, por tanto, nula. Una segunda determinación de esta nueva economía étnica se crea a partir de la exclusión de los practicantes de las religiones de origen africano de los nuevos y más importantes espacios institucionales creados a partir de 1959. Estas son realidades bien conocidas que no merecen ser descritas y reanalizadas políticamente. Su impacto sobre la economía étnica es, sin embargo, menos conocido. Y explican por qué la mayor cantidad de oficios necesarios que se ejercen libremente a pesar de las políticas del Estado, comienzan a ser repoblados por amplios segmentos de personas afrodescendientes que no acceden a las universidades u otros altos centros de estudio, que no pueden ejercer determinadas profesiones por razones ideológicas y que no logran adquirir los conocimientos necesarios en una época de trabajo científico y tecnológico. Albañiles, constructores, zapateros remendones, choferes, estibadores, mecánicos, carpinteros son algunos de los oficios repoblados por la afrodescendencia. No debe entenderse que los afrodescendientes estuvieran impedidos de acceder a las universidades y al ejercicio de determinadas profesiones. La sociedad cubana cuenta con un tercio de afrodescendencia ilustrada que se insertó en 15