Economía étnica: Una
versión abreviada
clase y género en Cuba y el mundo
Manuel Cuesta Morúa
Historiador y politólogo
Portavoz del Partido Arco Progresista (Parp)
Coordinador Nacional del Proyecto Nuevo País
Miembro del Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR)
La Habana, Cuba
L
as llamadas reformas de lo que ya podemos avizorar como la década perdida del
Raulismo, replantean el tema de las desigualdades como un escenario forzoso para reordenar (actualizar) el modelo, pero generan un
subproducto inevitable: una economía de base racial eminentemente pobre y definitivamente marginal.
El problema de todo esto es que Cuba tiene un
modelo extractivo. Unas instituciones, tanto políticas como económicas, concentradas en las elites
y previstas para que estas se apropien de la mayor
parte de los recursos de la sociedad.
Los modelos extractivos son rentistas, poco productivos y se nutren de los monopolios comerciales que niegan el acceso social a la redistribución
de la riqueza.
Los modelos extractivos tienden por supuesto a
redistribuir. Lo hacen, desde el Estado, mediante
unos mecanismos de redistribución perversa, que
en su versión totalitaria precariza la distribución
de bienes y servicios, y en su versión autoritaria
limita la fluidez estable en y del mercado para las
elites.
Los propulsores de los mercados étnicos pretenden y trabajan por dirigir recursos, inversiones,
marketing y publicidad hacia sectores marginados como un modo de generar bienestar e inclusión.
Muchos turistas practican una manifestación de
mercado étnicamente orientado cuando van de visita al Tercer Mundo: antes de hospedarse en hoteles de firmas privadas o del Estado, por
ejemplo, alquilan y consumen los bienes y servicios que crean los pobres, los negros o los indígenas. El mercado étnico puede ser visto así como
expresión de una especie de economía solidaria.
En Cuba ha existido, históricamente, un intercambio entre economía y mercado étnicos. La economía étnica se caracterizó y caracteriza por situar a
los afrodescendientes en una relación total de dependencia. Estos subsisten con lo que necesitan
para reponer fuerzas y cubrir el cuerpo. El techo
era y es proporcionado por la elite a través de la
habitación promiscua del barracón colonial o moderno. Paradójicamente, lo que fija a la economía
étnica no es propiamente la condición de esclavo,
sino la imposibilidad de acceso, estructural e institucionalmente, a los predios y bienes de la elite.
Es economía étnica precisamente porque solo
puede recepcionar a nivel de subsistencia. Bloqueados estructuralmente los accesos al espacio
decisorio, la economía étnica institucionaliza la
reproducción de la pobreza por decisión política
de la elite.
Sin embargo, desde la economía étnica se puede
crear un mercado étnico, porque los sujetos de
esta economía fueron los creadores de los bienes
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