Homosexuales cubanos:
antecedentes, actualidad y retos
clase y género en Cuba y el mundo
Moisés Leonardo Rodríguez
Profesor y activista cívico
Artemisa, Cuba
30
C
ada vez se escucha menos, entre los padres machistas cubanos, aquel decir que
tantas veces escuché en mi niñez y juventud: “lo mato si me sale pájaro” [aquí pájaro es
equivalente a homosexual].
Este dicho se repetía frecuentemente, pero hasta
donde conozco no hay ni un solo caso de hombres
o mujeres homosexuales muertos a manos de sus
progenitores, aunque ello no quita a la frase la
carga de discriminación acompañada de suprema
ira contra los de preferencias sexuales diferentes.
La “salida del closet” [esto es: que la propia persona reconozca públicamente su condición homosexual] de algún familiar, tanto varón como hembra, provoca en ocasiones la reprobación inicial
por sus consanguíneos y en otras, la expulsión del
seno familiar, pero cada vez son menos frecuentes
estos casos.
La simple observación del día a día y la conversación con algunos de ellos muestran una tendencia creciente a la tolerancia, a regañadientes o sincera, por los más allegados, aun cuando en algunos sectores poblacionales, sobre todo rurales,
quedan individuos y grupos con las antiguas concepciones y conductas discriminatorias y hasta
agresivas contra los homosexuales (homofobia).
Desde el inicio de la revolución
Si bien el discurso oficial dio p or resuelto el problema racial, el homosexualismo fue motivo de
condenación y hostigamiento desde los primeros
años del triunfo de la “revolución” y la estrategia
para su “solución” pasaba por doblegar o eliminar
a quienes no se ajustaban al tipo duro que debía
ser el hombre nuevo, modelado por el muy machista Comandante Ernesto Che Guevara.
Era imprescindible para el grupo en el poder mostrar unidad monolítica y uniforme, sobre la cual
sustentar su permanencia sin someterse a las elecciones que habían prometido antes de 1959.
Era posible anulando toda diversidad por absorción en las filas revolucionarias o demonizándolas al clasificarlas como contrarrevolucionarias o
portadoras de rezagos del pasado.
Los prejuicios raciales y las desventajas acumuladas por negros y mestizos no se contraponían al
proyecto unificador de los totalitarios. Por ello los
barrieron bajo la alfombra.
Con el homosexualismo no ocurrió lo mismo.
Las tareas “revolucionarias” no eran para los débiles, que era la imagen de los homosexuales en
la época.