Identidades No 5, Abril, 2015 | Page 92

Hip Hop cubano. Voz y conciencia crítica de una sociedad estremecida Leonardo Calvo Cárdenas. Historiador y politólogo Vicepresidente del Partido Arco Progresista (Parp) Vice coordinador nacional del Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR) Representante en Cuba de la revista IDENTIDADES Y un mal día la revolución triunfó y generó tanto entusiasmo y esperanza; el máximo líder aseguró que era la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes. El carismático Mesías dijo que convertiría a Cuba en un edén de pan con libertad y prometió elecciones en dieciocho meses. Sin embargo, la realidad fue otra. Esa revolución traicionada, junto a la consagración de la intolerancia, el crimen, la destrucción de la familia y los valores, convirtió a la cultura en ideología e instrumento para la manipulación de masas. Según los nuevos diseños, el talento y la calidad artística quedaron definitivamente supeditados a la alineación y, sobre todo, a la fidelidad política. Para los gobernantes cubanos hay que ser incondicional y, además, demostrarlo explícitamente. Con la imposición del esquema fascista “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”, comenzó la saga de censuras, prohibiciones, desconocimientos, injusticias, discriminación y represiones que han marcado por varias décadas la vida cultural de una nación donde la libertad de creación y expresión artísticas no pasan de ser un sueño permanentemente incumplido. Muchos artistas cubanos de renombre mundial han sido privados de reconocimiento y valoración simplemente por no comulgar con el régimen o por establecerse en otro país. Durante varias décadas sufrimos la imposición, por suerte infructuosa, del realismo socialista. Vimos a tantos destacados escritores condenados al ostracismo, jóvenes trovadores censurados por comisarios intolerantes, la música popular satanizada en las escuelas de arte, el jazz y el rock perseguidos como herejía medieval. En 1971, la intolerancia homofóbica adquirió rango de ley y muchos cubanos fueron expulsados de los escenarios, las galerías y las aulas por la única razón de su orientación sexual, además de someterse a silencio y prohibición las manifestaciones culturales de origen africano. La crisis estructural de un modelo fracasado generó, en la década de los noventa, toda suerte de conmociones socioeconómicas, que hicieron evidente la enorme carga de retraso, desigualdad, injusticia y desesperanza que caracteriza a una sociedad enferma de intolerancia, miedo inducido y represión descarnada. En este contexto, desde lo más humilde de la sociedad cubana, emergió un movimiento cultural de dimensiones y potencialidades incalculables para expresar las inquietudes, frustraciones, nece- 92