Hip Hop cubano.
Voz y conciencia crítica de
una sociedad estremecida
Leonardo Calvo Cárdenas.
Historiador y politólogo
Vicepresidente del Partido Arco Progresista (Parp)
Vice coordinador nacional del Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR)
Representante en Cuba de la revista IDENTIDADES
Y
un mal día la revolución triunfó y generó tanto entusiasmo y
esperanza; el máximo líder aseguró que era la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes. El carismático Mesías dijo que
convertiría a Cuba en un edén de pan
con libertad y prometió elecciones en
dieciocho meses. Sin embargo, la realidad fue otra. Esa revolución traicionada,
junto a la consagración de la intolerancia, el crimen, la destrucción de la familia y los valores, convirtió a la cultura
en ideología e instrumento para la manipulación de masas.
Según los nuevos diseños, el talento y la
calidad artística quedaron definitivamente supeditados a la alineación y,
sobre todo, a la fidelidad política. Para
los gobernantes cubanos hay que ser
incondicional y, además, demostrarlo
explícitamente.
Con la imposición del esquema fascista
“dentro de la revolución todo, fuera de
la revolución nada”, comenzó la saga de
censuras, prohibiciones, desconocimientos, injusticias, discriminación y
represiones que han marcado por varias
décadas la vida cultural de una nación
donde la libertad de creación y expresión artísticas no pasan de ser un sueño
permanentemente incumplido. Muchos
artistas cubanos de renombre mundial
han sido privados de reconocimiento y
valoración simplemente por no comulgar con el régimen o por establecerse en
otro país.
Durante varias décadas sufrimos la imposición, por suerte infructuosa, del
realismo socialista. Vimos a tantos destacados escritores condenados al ostracismo, jóvenes trovadores censurados
por comisarios intolerantes, la música
popular satanizada en las escuelas de
arte, el jazz y el rock perseguidos como
herejía medieval.
En 1971, la intolerancia homofóbica
adquirió rango de ley y muchos cubanos
fueron expulsados de los escenarios, las
galerías y las aulas por la única razón de
su orientación sexual, además de someterse a silencio y prohibición las manifestaciones culturales de origen africano.
La crisis estructural de un modelo fracasado generó, en la década de los noventa, toda suerte de conmociones socioeconómicas, que hicieron evidente la
enorme carga de retraso, desigualdad,
injusticia y desesperanza que caracteriza a una sociedad enferma de intolerancia, miedo inducido y represión descarnada.
En este contexto, desde lo más humilde
de la sociedad cubana, emergió un movimiento cultural de dimensiones y potencialidades incalculables para expresar las inquietudes, frustraciones, nece-
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