Identidades No 5, Abril, 2015 | Page 53

muchos travestis —hoy en día fuera de Cuba— que fueron detenidos de manera arbitraria y estuvieron encerrados en un calabozo. ¿Cómo ves la situación de los gays en Cuba? ¿Se debe pedir disculpas por la UMAP y otros atropellos? ¿Hay aún rezagos de homofobia? Antes las fiestas gays estaban prohibidas y se hacían en casas particulares, con show incluidos. En ocasiones teníamos que salir huyendo porque hacían redadas y se llevaban a todos presos; hoy en día la represión no tiene la magnitud de los ochenta y noventa. Ahora el estado tiene sitios para gays, por ejemplo Las Vegas y el bar Humboldt, que he visitado un par de veces. No puedo profundizar mucho en el tema porque ya no salgo como antes; me he dedicado más a mi casa, a la literatura, a mi pareja. Ya no me interesan tanto las fiestas y el mundo gay como que lo he dejado un poco en el olvido, aunque para mí es muy importante saber que nos va bien y que nunca más se cometan errores como aquellos que, a través de la historia, nos afectaron mucho. Creo que hay muchos homosexuales, los más jóvenes, que desconocen qué fue la UMAP y de eso nadie habla en los medios. Una disculpa no sería suficiente; me parece que para muchos no es conveniente hablar del asunto y jamás se disculparan, porque tendrían que disculparse de otras muchas cosas, por ejemplo, meter preso a cualquiera por tener un simple dólar. No hay nada más absurdo que eso y alguna vez se ha hablado al respecto, o del remolcador 13 de Marzo, que rociaron con agua y murieron niños, mujeres y hombres. Habría que pedir disculpas por tantos errores que la lista sería interminable. Y claro, aún hay homofobia, pero que vivimos en un país latinoamericano, donde no creo que seamos ni los más machistas ni más discriminatorios. Desgraciadamente, la homofobia es algo que pervive y solo con el paso de los años y una buena siempre que me orinaba me las agenciaba para cambiar el colchón y nunca se dieron cuenta. En ese albergue vi de todo, aprendí a masturbarme viendo a los demás en maratones de los que fui participante más tarde. En la escuela creamos un grupo de muchachos rebeldes; no íbamos al campo y nos quedábamos escondidos debajo de los albergues. La beca me ayudó a reafirmar que me gustaban los hombres. No terminé el curso; me expu