recurrir a las estadísticas en ese sentido.
Por ejemplo, para febrero de 1991, según la Oficina Nacional de Estadísticas
e Información (ONEI), el empleo público estuvo concentrado con 92% de la
población blanca; en 1997, los empleados negros y mestizos del sector del
turismo representaban sólo el 1.7% del
total. Diez años más tarde, la situación
había cambiado muy poco. En 2007, de
cada 196 directivos y funcionarios del
área de inversión extranjera, tres eran
negros y mestizos. En 2011 la población
afrodescendiente no tenía participación
en el comercio exterior. Un año más
tarde, el 86% de dicho segmento poblacional trabajaba en sectores no emergentes de la economía. Dentro de este
grupo, de cada siete mujeres dedicadas
a la venta ambulante sólo una es blanca.
Para entender el funcionamiento de la
economía y la sociedad cubanas es importante la exposición de Manuel Cuesta Morúa, historiador y presidente del
Partido Arco Progresista, quien acuña el
concepto de “economía étnica” partiendo de las familias patrimoniales que se
asentaron en el poder en las décadas de
1940 y 1950, en virtud de lazos consanguíneos. Así resulta que la familia Castro es la mayor rentista del país.
El modelo propuesto explica que las
élites destruyeron los incentivos para las
clases populares. Cuesta Morúa explica
que hay una “ruta del esclavo interna”
con mayoría de afrodescendientes. Por
ejemplo, muchos jóvenes empobrecidos
del este migran al oeste para buscar zonas más turísticas donde ejercer la prostitución. Como en el pasado, y en parte
por su causa, los afrodescendientes ocupan los puestos más bajos del mercado
laboral y son protagonistas del mercado
étnico que Cuesta Morúa caracteriza
como periférico, ilegal y de acusada
pobreza técnica.
Recuérdese que un hito en la historia
cubana del siglo XIX es la represión
brutal tras la “Conspiración de la Escalera” (1844). que liquidó la existencia
de una posible clase media negra. Entre
1933 y 1967, según el historiador, nace
una clase media afrodescendiente, que
resulta central en el modelo de economía étnica. Esta última escapa a la estatal, cooperativa y a la pequeña propiedad privada de reciente aparición. Es
imposible desligar este tipo de economía de una “cultura de la pobreza” y de
espacios informales y calientes como
“La Cuevita”, un mercado negro (en el
doble sentido de la palabra) y “megaferia” de productos impensables frente a
lo poco que brinda la libreta de abastecimiento.
El precitado intelectual cubano califica
este mercado étnico como parte de un
modelo extractivo autoritario, que no
considera a los afrodescendientes en su
desarrollo. Una eventual solución consistiría en la modernización, que depende de un grupo mayoritario, precisamente aquél que comprende la mayor
cantidad de pobres del país y se forma
casi la entera población de más de cien
barrios marginales, eufemismo con que
se designan los lugares insalubres en
que la población vive de forma indigna.
Son como los ranchos de Venezuela, las
villas miserias de Argentina o las favelas de Brasil, distintas formas de denominar un único fenómeno que tanto el
socialismo como el capitalismo han
generado: la pobreza, unida a la exclusión y a la informalidad.
Objetivo del Foro
Una de las metas del Foro, conforme su
declaración final, consiste en encauzar
al cubano medio (por lo gener