so que hunde sus raíces mucho antes de
la Revolución cubana. Después de la
tardía abolición de la esclavitud (1886),
nunca se creó en Cuba un programa que
elevara la autoestima del negro. La limitación del origen negro estuvo bien presente desde la República, instaurada en
1902.
En una de las charlas se mencionó el
proceso de emigración forzada desde
1958 hasta el presente, el abandono de
inmuebles y el fenómeno de “casa
abandonada—casa tomada”, es decir: la
ocupación de espacios por los representantes de la nueva élite política, sin representación de negros y mestizos.
Asimismo, en cuanto a partidos políticos y liderazgo, la representación negra
apenas alcanza el 0.5%. Ni en el famoso
Movimiento Revolucionario 26 de Julio
(MR-26-7) ni en el Directorio Revolucionario 13 de Marzo (DR-13-M) hubo
representación significativa de afrodescendientes. De todos modos, estar representado no elimina el problema de la
discriminación ni el prejuicio racial.
Revolución y promesas
Al momento de irrumpir la Revolución,
no pocos ancianos se esperanzaron con
ver materializados los planteos del antiguo Partido Independiente de Color,
brutalmente reprimido por el gobierno
republicano en 1912. El gobierno nacido en 1959 selló la definitiva erradicación de la discriminación racial y estableció, en base a declaraciones rimbombantes, la idea de que en Cuba ya no
había más racismo. No hubo medidas
legales al respecto, sino que el problema
ni se discutió al darse por implícita su
solución. El régimen fijó otras prioridades, como el desarrollo de la economía,
la salud pública, la educación, la lucha
interna contra los enemigos y la solidaridad revolucionaria exterior. Todo ello
marginó la discusión sobre el tópico del
racismo y también de la prostitución.
A fines de la década de 1970, el gobierno atravesaba dificultades y adoptó
la decisión adoptada de permitir el in-
Estadísticas tendenciosas
Las ponencias del Foro atestiguan una
indiscutible realidad. Los afrodescendientes en Cuba atraviesan una época
complicada y no gozan del reconocimiento que merecen, pese a que el intelectual cubano Fernando Ortiz sentenciara que sin el negro Cuba no sería lo
que es.
Varios de los expositores insistieron en
un dato remarcable. Siendo aproximadamente el 60% de la población de 11.7
millones de habitantes, el gobierno apenas reconoce que los afrocubanos suman poco más del 9%. Este ninguneo
estadístico habla a las claras de la invisibilización e incide en un no reconocimiento evidente de las condiciones de
vida.
La pauta de manipulación de las cifras
obedece a la persistencia de un patrón
colonial, blanco e hispanista, que propende al blanqueamiento de la población, junto a la paradójica existencia de
27 gamas de color, pero lo negro es motivo de desprecio, avalado por un esquema mental duradero que menosprecia la falta o ausencia de blancura.
No solo es cuestión de números, aunque
esto sea lo más visible. En toda América
Latina, al momento de constituirse los
Estados-Nación en las postrimerías del
siglo XIX, el modelo fue Europa. Si
América se construye a partir de tres
raíces, en el caso de la negra los gobiernos miraron para otro lado y en Cuba
tendría que haberse dado crédito a más
de la mitad de la población. Hoy día el
cubano negro relega de su condición y
la esconde. Más allá de las cifras oficiales, lo importante ha de ser cómo se
construye personalmente la identidad y
no la referencia fenotípica. Siglos de
oprobio esclavista y de discriminación
son responsables de la exteriorización
de la vergüenza al definir una identidad
en la actualidad.
Las cifras que se expusieron en el Foro
demuestran cierta marginación de los
afrocubanos en la cotidianeidad, proce-
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