Identidades No 5, Abril, 2015 | Page 42

so que hunde sus raíces mucho antes de la Revolución cubana. Después de la tardía abolición de la esclavitud (1886), nunca se creó en Cuba un programa que elevara la autoestima del negro. La limitación del origen negro estuvo bien presente desde la República, instaurada en 1902. En una de las charlas se mencionó el proceso de emigración forzada desde 1958 hasta el presente, el abandono de inmuebles y el fenómeno de “casa abandonada—casa tomada”, es decir: la ocupación de espacios por los representantes de la nueva élite política, sin representación de negros y mestizos. Asimismo, en cuanto a partidos políticos y liderazgo, la representación negra apenas alcanza el 0.5%. Ni en el famoso Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) ni en el Directorio Revolucionario 13 de Marzo (DR-13-M) hubo representación significativa de afrodescendientes. De todos modos, estar representado no elimina el problema de la discriminación ni el prejuicio racial. Revolución y promesas Al momento de irrumpir la Revolución, no pocos ancianos se esperanzaron con ver materializados los planteos del antiguo Partido Independiente de Color, brutalmente reprimido por el gobierno republicano en 1912. El gobierno nacido en 1959 selló la definitiva erradicación de la discriminación racial y estableció, en base a declaraciones rimbombantes, la idea de que en Cuba ya no había más racismo. No hubo medidas legales al respecto, sino que el problema ni se discutió al darse por implícita su solución. El régimen fijó otras prioridades, como el desarrollo de la economía, la salud pública, la educación, la lucha interna contra los enemigos y la solidaridad revolucionaria exterior. Todo ello marginó la discusión sobre el tópico del racismo y también de la prostitución. A fines de la década de 1970, el gobierno atravesaba dificultades y adoptó la decisión adoptada de permitir el in- Estadísticas tendenciosas Las ponencias del Foro atestiguan una indiscutible realidad. Los afrodescendientes en Cuba atraviesan una época complicada y no gozan del reconocimiento que merecen, pese a que el intelectual cubano Fernando Ortiz sentenciara que sin el negro Cuba no sería lo que es. Varios de los expositores insistieron en un dato remarcable. Siendo aproximadamente el 60% de la población de 11.7 millones de habitantes, el gobierno apenas reconoce que los afrocubanos suman poco más del 9%. Este ninguneo estadístico habla a las claras de la invisibilización e incide en un no reconocimiento evidente de las condiciones de vida. La pauta de manipulación de las cifras obedece a la persistencia de un patrón colonial, blanco e hispanista, que propende al blanqueamiento de la población, junto a la paradójica existencia de 27 gamas de color, pero lo negro es motivo de desprecio, avalado por un esquema mental duradero que menosprecia la falta o ausencia de blancura. No solo es cuestión de números, aunque esto sea lo más visible. En toda América Latina, al momento de constituirse los Estados-Nación en las postrimerías del siglo XIX, el modelo fue Europa. Si América se construye a partir de tres raíces, en el caso de la negra los gobiernos miraron para otro lado y en Cuba tendría que haberse dado crédito a más de la mitad de la población. Hoy día el cubano negro relega de su condición y la esconde. Más allá de las cifras oficiales, lo importante ha de ser cómo se construye personalmente la identidad y no la referencia fenotípica. Siglos de oprobio esclavista y de discriminación son responsables de la exteriorización de la vergüenza al definir una identidad en la actualidad. Las cifras que se expusieron en el Foro demuestran cierta marginación de los afrocubanos en la cotidianeidad, proce- 42