sus heridas, el dolor puede ser aún más
inmenso.
Ellos son visibles en cada uno de los
surcos de esta Habana que todos los
días respiramos. Estas imágenes que
vemos a diario no mienten; debajo de
cada una hay pliegues de dolor; son
parte de una legión de cubanos invisibles, anclados en la nada cotidiana como parte de la historia social de una
ciudad habitada por un paisaje íntimamente feroz.
Estamos ante una ciudad que a muchos
nos ha tocado vivir sin protesta ni elección posibles.
También La Habana son los cuerpos y
para muchos habaneros, como el escritor Abilio Estévez,
la felicidad del mestizaje reina aquí,
aunque mucha de nuestras vidas puedan
estar ancladas en Barcelona, Nueva
York, Miami o El 6