Identidades No 5, Abril, 2015 | Page 16

cial, empleo y estudio, lo cual afecta su acceso a la educación superior. La carencia de patrimonio material, maternidad temprana, deserción escolar, elevada fecundidad y las limitaciones del rol educativo familiar son violencias estructurales muy marcadas. La mayoría de quienes habitan estos paisajes perdidos en la geografía habanera nació lejos, en Holguín, Camagüey, Las Tunas, Guantánamo o Santiago de Cuba, pero otros nacieron en barrios habaneros tradicionales de la población negra o mestiza, como La Hata en Guanabacoa, La Corea en San Miguel del Padrón, Cocosolo o Pogolotti en Marianao y La Timba, El Fanguito y La Dionisia en el Vedado. La feminización de la pobreza es una dura realidad. En estos lugares todo el peso de la economía familiar descansa en las mujeres, que buscan el día a día de diversas formas. Unas se ganan la vida limpiando las casas de los nuevos ricos; otras, haciendo trenzas en el Capitolio o la Plaza de la Catedral a turistas nórdicos; otras, vendiendo artículos de vestir o aseo en los exteriores de las tiendas comerciales de recuperación de divisas, que algún día formaron parte del circuito de La Habana Elegante, o salvan grandes distancias entre el Reparto Juanelo y El Vedado para vender útiles de limpieza. Las más jóvenes venden su cuerpo con tarifas diferenciadas para turistas y nacionales, al precio que sea, para mantenerse ellas y sus pequeños infantes. Aquí la vida suele ser más dura de lo que parece, pero así habita lo más excluido de nuestra diversidad interior. El paisaje de la desigualdad no deja de marcar nuevos escenarios. La Habana son también los cuerpos Asusta muchísimo la Habana desfallecida que se levanta ante nuestra mirada. Una ciudad en la cual muchos de nuestros ancianos no están protegidos de las crueldades cotidianas. Tanto el verano como el más crudo de nuestros invier- nos acomoda a mucho de nuestros ancianos en cualquier calle o portal de la Habana, bajo un derrumbe y a cualquier hora del día y la noche, hurgando en los contenedores de basura en busca de algún alimento u objeto para su uso personal o con el que se puedan ganar unas monedas entregándolo como materia prima. Ellos son estatuas ultrajadas, con la piel maltratada por el hambre y la frialdad del piso que perfora los huesos. Allí la ilusión también se extravió en sus ojos. Muchos entregaron su juventud confiados en un futuro mejor, que muy tempranamente les confiscaron; algunos participaron en tareas revolucionarias y de vanguardia, misiones internacionalistas en Angola y Etiopia, en las cuales que arriesgaron sus vidas, así como en zafras millonarias y otros movimientos agrícolas. La tercera edad está marcada por alta presencia en la denominada población en riesgo. De esta cruel realidad nunca hablan los medios informativos como Cubadice o Cubadebate. Es la realidad escondida porque, para la prensa revolucionaria, la pobreza y la indigencia son fenómenos típicos de las sociedades capitalistas. Pobreza, indigencia y mendicidad son consideradas palabras obscenas y prohibidas en el índice de la revolución. No recuerdo haber visto una denuncia en los medios informativos sobre realidades tan crueles como estas. En los discursos de la alta dirección política del país y en la política de lineamientos, la pobreza no existe; la opción es traducirla como población vulnerable o de riesgo. Para muchas de estas personas, sus vidas pueden estar marcadas por el desajuste emocional, los estados depresivos, el alcoholismo, la ansiedad, los trastornos psiquiátricos, pero cuando nos involucramos en las verdaderas historias de sus vidas, cuando nos muestran sus cicatrices y se vanaglorian de 16