Identidades No 5, Abril, 2015 | Page 10

RAZA, CLASE Y GÉNERO Asociacionismo, no espejismos José Hugo Fernández Escritor y periodista La Habana, Cuba A asocien e intercambien de manera organizada y sistemática. Lo que está mal es que esa posibilidad continúe bajo prohibición para quienes deseen hacerlo al margen de su tutoría y sus controles, que se presentan agazapados detrás de apelativos como Casas de la Cultura, Asociación Hermanos Saíz, Casas del Caribe, Casas de la Cultura Africana o Unión de Escritores y Artistas de Cuba, entre otros. El espejismo de una sociedad civil que actúe subordinada a la estructura de dominio dictatorial (que por demás ya demostró su inoperancia durante cincuenta años), puede resultar útil sobre todo para el gobierno. Incluso podría encauzar con relativo beneficio los intereses de algunos sectores poblacionales. Pero dudo mucho que sea lo que verdaderamente necesitan hoy los negros y mestizos cubanos, estando como están embarrancados en la pobreza, el rezago socioeconómico, el pesimismo, la acritud y la falta de oportunidades. No hay uno solo entre los momentos más difíciles de la dramática historia de los cubanos descendientes de esclavos en que su asociacionismo, mediante agrupaciones de asistencia mutua, no haya sido fundamental para ayudarles a sacar la cabeza, haciendo gala del espíritu solidario que siempre les caracterizó. Es lo acontecido desde los mismos días de la esclavitud y hasta entrada la segunda mitad del siglo XX, cuando el gobierno revolucionario prohibiera aquellas con la fatua l gobierno de Cuba se le están agotando los argumentos con los que siempre justificó su prohibición a que los descendientes de esclavos se agruparan en asociaciones de ayuda mutua o en cualquier otro tipo de colectivo al margen de la mancuerna de su sistema de dominio totalitarista. La historia nos demuestra que aquel proyecto suyo de uniformización sociocultural no ha obedecido sino a una estrategia de poder contraproducente y avasalladora. No por gusto hoy se ven obligados a desmontarlo por piezas, aunque sin reconocer su fracaso y, naturalmente, sin dejar de incurrir en las aberradas prohibiciones de toda la vida. La diferencia es que, en los días que corren, tratan de disfrazar tales prohibiciones con la adulteración para su provecho del concepto de sociedad civil, tan elemental y cotidiano en el mundo democrático como distante de nuestra realidad. De pronto, un grupo de instituciones oficialistas (más o menos camufladas como autónomas) ha comenzado a patrocinar la formación de colectivos de asociados por inquietudes de carácter cultural o de otras índoles, entre los cuales no faltan algunas organizaciones de interés para los descendientes de esclavos, ya que resultaría escandalosa su exclusión. No es que esté mal que, luego de gastarse medio siglo impidiéndolo, el gobierno haya reparado finalmente en la conveniencia de que personas afines por su origen o por cualquier otra circunstancia se 10