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Del editor
L
a inconsistencia e ineficacia del
pregonado
programa
social,
educacional y cívico de la
revolución cubana se hace cada vez más
evidente en medio de la indolencia de
un gobierno que, a toda costa, trata de
reformar su estructura totalitaria hacia
un
autoritarismo
que
recrea
estructuralmente las desigualdades y
pone límites artificiales a las libertades
y posibilidades de los ciudadanos para
desplegar sus capacidades y enfrentar
sus carencias y desesperanzas.
La discriminación racial y las
desigualdades
se
agravan
constantemente, ante la falta de
reconocimiento, ausencia de programas
políticos y sociales para enfrentarlas, y
la persistente negativa a socializar el
debate en torno a ellas. Son los
afrodescendientes
quienes
están
mayoritariamente representados en los
ambientes de pobreza, desamparo,
mendicidad y falta de alternativas de
desarrollo y movilidad social, pero en
esta aplastante realidad sucumben
también amplios sectores sociales
marginados como los discapacitados y
las mujeres, con mayor énfasis en las
mujeres negras y la comunidad LGBTI.
De especial atención resultan los
cubanos de la tercera y cuarta edad. El
país env ejece aceleradamente y, al
mismo
tiempo,
procede
a
la
reconstrucción oligárquica de la
economía y a la reestructuración de las
desigualdades. La población de más de
70 años resulta marginada detrás de la
invisibilización generacional de sectores
artificialmente
improductivos.
La
tercera y cuarta edad está poblada de
afrodescendencia,
visiblemente
instalada en la mendicidad creciente en
las ciudades. Esta edición ofrece un
cúmulo de trabajos que, desde
diferentes ángulos y perspectivas, según
las experiencias vividas y acumuladas,
abordan tales problemáticas.
Así, José Hugo Fernández nos muestra,
en “La ingratitud como recompensa”,
el panorama cotidiano que afrontan y
enfrentan las generaciones de la tercera
y cuarta edad para su precaria
sobrevivencia, a contrapelo de la
propaganda
oficial.
Según
el
economista cubano Carmelo Mesa
Lago, citado por el autor, la mayoría de
los 1.8 millones de ancianos jubilados
tiene como recompensa mensual por
largos años de trabajo el equivalente a
10 dólares. Su dolorosa situación se
comprueba con lo que puede adquirirse
por ese monto en un mercado nacional
que cada vez se dolariza más y, hace ya
muchos años, abandonó definitivamente
las pregonadas ayudas subvencionadas
que formaban parte de la llamada cuota
mensual. De este modo se dejó en el
más flagrante abandono a toda la
población del país, pero particularmente
a los ancianos y niños.
José Hugo afirma: “Bastará con recorrer
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