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que ha llevado al suicidio a adolescentes
y jóvenes para devastar familias enteras.
Leo noticias sobre organizaciones de
afrodescendientes,
homosexuales,
feministas, disidentes políticos y otros
que se unen en causa común para
reclamar el reconocimiento efectivo de
sus derechos naturales, algunos ya
legitimados por ley. Pero con todo lo
que supuestamente implica la admisión
de la pluralidad y su ejercicio, no pasa
del debate e incluso esta enfermedad
horrible que es la discriminación, en
cualquier escala, muta silenciosamente
a una enfermedad disfrazada, con los
mismos síntomas de intolerancia.
Es saludable que las personas se asocien
por su raza, credo, sexo, aficiones e
intereses en general. Es muy saludable
que el gobierno garantice y proteja esos
espacios de identidad, de discusión y de
conquistas, pero es preciso que la lucha
no sea contra otros grupos humanos,
sino contra la perspectiva social que
genera los enfoques segregacionistas.
Esa diferencia vital es imprescindible.
Como la niña del video, Martí nos
recuerda un principio que, en la lucha
por reafirmar la diferencia, se va
quedando atrás: "No hay odio de razas,
porque no hay razas. Los pensadores
canijos, los pensadores de lámparas,
enhebran y recalientan las razas de
librería, que el viajero justo y el
observador cordial buscan en vano en la
justicia de la naturaleza, donde resalta,
en el amor victorioso y el apetito
turbulento, la identidad universal del
hombre. El alma emana, igual y eterna,
de los cuerpos diversos en forma y en
color. Peca contra la humanidad el que
fomente y propague la oposición y el
odio de las razas".
Una amiga comentaba que la
erradicación del racismo se notaría si en
las películas no se vieran temas raciales,
sino historias de conflictos humanos
comunes. Y que los personajes,
invariable e injustificadamente blancos,
se interpretaran de vez en cuando por
actores negros. Lo mismo vale para la
homosexualidad. El reconocimiento
social y legal es el primer estadio, pero
la referencia válida de equidad sería que
las personas no tuviesen que revelar su
condición sexual si es irrelevante o si
prefieren no hacerlo.
En entrevista para la revista electrónica
Esquife
(http://elcaimanemplumado.blogspot.co
m/), Rubén Lombida, del Proyecto
Nuestra América, comentaba que
comunidades antiguas como los indios
de Norteamérica consideraban la
indefinición sexual como don especial.
Lejos de analizarla en términos de
culpa, lo hacían en términos de causa.
Berdache, palabra árabe que definía al
cautivo joven y varón, destinado al uso
sexual de su dueño, fue aplicada
erróneamente. Los términos originarios
con que se nombraban a estos seres
significaban algo así como dos almas.
Había diversos tipos de berdaches. Los
menos
evolucionados
no
sólo
practicaban el homosexualismo, sino
que llegaban a sentir carencias al punto
de arañarse las piernas simulando el
efecto de la menstruación y hasta
experimentaban
embarazos
psicológicos.
Los
berdaches
evolucionados llegaban a ser asexuales
y algunos desarrollaban el don de la
profecía;
eran
empleados
para
interpretar los mensajes de los sueños,
así como para pacificar conflictos,
decidir en juicios o servir como
chamanes o asesores de chamanes. La
sociedad veía en estos seres el ideal de
la androginia.
Si te quedas estancado en un aspecto de
la evolución, corres el riesgo de crear
variantes de ese anquilosamiento e
interpretarlas como aspectos evolutivos.
¿Qué significa ser homosexual o
heterosexual? Sólo conformarse con la
mitad de algo. En lengua nahual, el
hombre se llama tlaca, que significa
mitad y entraña el concepto de que
estamos incompletos, con todo lo que
somos carnalmente y en cualquier nivel
de refinamiento intelectual. La otra
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