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ro siempre queda planteado el reto de cómo hacer las cosas de manera efectiva y no de cómo pueden desaparecer las diferencias. 3- Los participantes ponían a prueba la hipótesis de la igualdad de condiciones en que cada individuo tiene la oportunidad común de alcanzar la felicidad y el éxito, que es el mejor resultado que podemos esperar. Por el contrario, las acciones parecen sugerir un campo donde los jugadores son iguales, pero a la vez diferentes, y la atención debe centrarse en contribuir a que trabajen juntos. A medida que las comunidades se adentraban más en las cuestiones de raza y comenzaron a hacer algunos progresos, sus motivaciones se transformaron para hacer frente a la diferencia cultural. En principio la raza era un mandato para el diálogo y el crecimiento personal: el primer impulso detrás de estos esfuerzos puede haber sido para inocular a las personas contra el racismo y purgarlas del sesgo racial de una vez por todas. Pero a medida que la gente comenzó a darse cuenta de la complejidad de los problemas y la creciente diversidad de sus comunidades, empezaron a verlo todo como valioso trabajo en curso. En lugar de conformarse con la igualdad de condiciones, donde todo el mundo sería tratado de manera igual por los profesores, jueces, directores y policías, las comunidades empezaron a tratar de construir arenas públicas donde los jugadores reconocieran abiertamente sus diferencias y acordaran cooperar de continuo al tiempo que se reconocían mutuamente como iguales. De este modo, los ciudadanos y los líderes locales principiaron a ver la raza como un mandato para la gobernabilidad democrática. "Hay una especie de progresión natural aquí —dice Roger Stancil, administrador de la ciudad de Fayetteville (Carolina del Norte)— porque cuando diferentes tipos de personas se hablan unas a otras y averiguan qué intereses tienen en común, comienzan a actuar de conjunto. Se dan cuenta de que no siempre estarán de acuerdo, pero que de todos modos quieren ayudar a los demás y empiezan a percatarse de que lo importante que es que todo el mundo sobre la misma mesa". ¿Cambiar la mesa? Mientras que los esfuerzos para involucrar a los ciudadanos en el debate sobre la raza pueden haber llevado a más personas a la mesa, es posible que la mesa misma no haya cambiado, es decir: que las tácticas de procesos exitosos de pequeños grupos y el reclutamiento basado en redes proactivas y acciones de colaboración no se hayan incorporado en la forma en que se estructuran las reuniones públicas oficiales ni en la forma en que operan las asociaciones de vecinos y los grupos de vigilancia contra la delincuencia. Las tácticas de compromiso productivos se siguen utilizando, quizás más que nunca, pero casi en su totalidad en el contexto de proyectos de carácter temporal centrados en una crisis o en una decisión de política controvertida. En su ensayo Democracia participativa revisada (2012), Carole Pateman sostiene que la mayoría de los ejemplos actuales de participación del público "dejan intactas las estructuras institucionales convencionales y el significado político de la democracia". Esto es: no "democratizan la democracia". En ausencia de cambios más sistémicos, la mayoría de las ciudades estadounidenses pueden haberse beneficiado significativamente con la participación pública en el debate sobre la raza, pero solo con efecto temporal. 43