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articular una respuesta a los problemas o
evadirse de ellos. Humor que aparece como
propio ante lo más trágico o lo más solemne,
que ha permitido que se hallan mantenido
vigentes las estrategias de supervivencia,
pensando siempre en una isla más aleatoria
para todos los cubanos, un esperado futuro
mejor que se acerca y se distancia, un
diálogo más abierto y plural entre los "de
allá " y los "de acá", el necesario
intercambio de información y experiencias
ante la cerrazón y la supervisión, la
esperanza objetiva de una tendencia a las
aperturas de las relaciones con los otros
cubanos y los vecinos del norte. Los nuevos
intercambios favorecen los nexos con otros
espacios culturales americanos y caribeños,
presencia que se ha manifestado siempre de
cualquier forma y mantenido su relación en
dos dimensiones: entre el rechazo y la
atracción, o el magnetismo y la
confrontación.
El desembarazo de los
artistas no hace más que reafirmar la calidez
de la mirada hacia otra nueva historia,
favorecida por la seguridad del consenso
social, promovidos por la unidad de los
nuevos imaginarios, los actores y los valores
de la cultura cubana: entiéndase una sola
cultura en diferentes espacios.
La Esquina Fría fue quizás la expectación
para consumar en La Habana una pista de
patinaje sobre hielo, algo inesperado e
inusual, que causó gran expectación en la
inocente mentalidad infantil, como salido de
un cuento de hadas. A pesar del sofocante
calor es posible hacer realidad las cosas que
por naturaleza parecen imposibles. Nada,
que en Cuba las más irracionales utopías
pueden ser realizables. Así de caprichosa es
la geografía cultural. Las tradicionalmente
conflictivas relaciones entre Cuba y Estados
Unidos, alimentadas como diferendo
insalvable por ambas partes, no ha permitido
un acercamiento de beneficio mutuo, pero en
la objetiva situación contemporánea, la
interinfluencia de la globalización y la
apertura cultural no dejan más desagravio
que emerger de la urna de cristal en la que
han estado contenida o permanecido en el
rechazo indeliberado. Parece ser que esta es
otra historia de amores imposibles, o si nos
atenemos a la fecha: el sacralizado 17 de
diciembre, San Lázaro o el viejo Babalú
Ayeé tenían ganas de cambiar su tradicional
aguardiente y darse un buche de whiskey
con Obama.
Conclusiones
Hoy puede hablarse de un muestrario notable
de arte cubano contemporáneo. La calidad y
la diversidad han logrado hacer participar a
la mayor cantidad de artistas que, por
determinada coyuntura, aprovecharon la
tajada en la Zona Franca y Detrás del Muro.
Algunos de los que jugaron un rol
protagónico en el movimiento que, de alguna
forma, comenzó a fundarse a finales del
siglo XX, se desprendieron totalmente de la
Isla, forzados a participar en condición
diferente y por motivos supuestamente
indefinidos con los referentes lejanos. Así
resulta difícil comprender la XII Bienal
como una Zona Franca, espacio de
permisibilidad formal y conceptual.
Hay quienes no están por diversas razones,
como la insatisfacción al institucionalizarse
en los 80 y los 90 que los especialistas se
hicieran colaboradores—o fingieron serlo—
de los artistas para que, en la medida que
estos recibieran cierto aprecio, aparecer
como coadjutores. Tener mejores relaciones
hizo posible pasar por solidarios, pasar por
especialistas más liberales sin ser
protagonistas, y así se conceptualizó el
fenómeno y se textualizó la propuesta como
parte institucional. No solo se convirtieron
en personas autorizadas, en especialistas
autorizados, sino que se transformaron en
oficiales culturales de un circuito no plural,
en figuras que incidieron en las estratagemas
para centrar la más atrevida experimentación
formal en un problema conceptual de
identidad cultural. Algunas figuras cimeras
de aquel momento se desconectaron de la
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