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diálogo deliberativo y divide el proceso en cinco etapas: establecer coaliciones, organizar la comunidad alrededor del tema o problema a dialogar, entrenar a los facilitadores de diálogos (que algunos llaman moderadores), dialogar y emprender y fortalecer la acción. Desde el principio se presta atención al Lente Equitativo. Esto quiere decir que siempre se toman en cuenta las barreras, los obstáculos y las condiciones que históricamente han limitado la participación de algunos grupos marginados, por lo general grupos afroamericanos, latinos o hispanos en los Estados Unidos, así como otros grupos: los indígenas nativos, o sea, las comunidades que han sido marginadas históricamente por procesos políticos y sociales. El entrenamiento a facilitadores es básico y se enseñan diferentes destrezas: cómo negociar la conversación, cómo estimular la conversación de manera que sea positiva, cómo identificar ciertos puntos de vista no tomados en cuenta… Todo a través de una Guía de Discusión. Los diálogos deben estar bien estructurados. Se comienza por unas reglas importantes, que básicamente dicen que tenemos que respetarnos unos a los otros, valorar lo que otros están diciendo, escuchar lo que otros están diciendo, no faltarnos al respeto, permitirnos tiempo para reflexionar y asegurarnos de que no estemos faltando el respeto a la gente. El proceso de diálogo discurre en cinco sesiones. Los círculos de diálogos son usualmente de 8 a 10 personas, conducidos por dos facilitadores en comunidades diversas, que sean de dos diferentes grupos étnico raciales, por ejemplo: un anglosajón con un afrodescendiente, o latina o indígena, dependiendo de la comunidad. Los participantes deben sentirse cómodos al compartir su punto de vista y debe procurarse que haya entendimiento cultural. Después de las cinco sesiones de diálogos comienza el proceso de acción, que viene originándose desde el cuarto y quinto diálogos. Aquí se estructura el Foro para la Acción, se identifican cuáles son las acciones que se emprenderán y se establecen las prioridades. Todo no se puede hacer a la vez. Se pasa entonces al establecimiento de Equipos de Acción y a evaluar los resultados. Cuesta Morúa abordó la democracia deliberativa como no política-ficción. Para empezar es una práctica del consenso tan necesaria entre los cubanos como la búsqueda de un nuevo modelo que al mismo tiempo sea herramienta para trabajar por la democracia en el país. Ese camino debe ser el de las vías más generales, buscando una base común en la que todos podemos identificarnos y que, al mismo tiempo, pudiera neutralizar otro punto clave: nuestra debilidad por el protagonismo histórico. Se trata de definir el qué antes del quién. Se llama búsqueda de reglas de juego, reglas de convivencia. Y las reglas de juego básicas de un país tienen que ver con las leyes, tiene que ver con la constitución. Aquí habíamos identificado un punto común y uno como déficit. Común es que compartimos todos iguales. Democracia deliberativa es también anti elite, es un modelo que involucra a la gente y la hace sentir que está participando en la definición de su futuro, lo que permite plantear el debate político más allá de las ideologías. En este modelo se trata de nuestra capacidad ciudadana y no de nuestra capacidad épica. Comenzamos así con grupos de diversas ideologías. La democracia deliberativa no niega el pasado, solo afina los instrumentos democráticos llevándolos a una nueva calidad y cualidad. 15