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Del Editor
E
l tema de la discriminación racial y la
comprensión de las realidades que tienen que enfrentar día a día los afrodescendientes cubanos es asunto que exige partir
de un hecho básico: el retroceso en los derechos civiles a partir de 1959, que afectó principalmente a la comunidad afrodescendiente.
de intolerancia y violencia impuesto por un
gobierno que no solo decretó finalizada la discriminación, sino que se opone a todo intento
de abordar el problema de manera independiente. Por tanto, demandar los más legítimos
derechos se considera actitud contrarrevolucionaria, con todas sus consecuencias políticas
y sociales.
Ante el creciente movimiento antirracista generado en medio de estas condiciones, el gobierno ha optado por activar sus mecanismos
represivos contra las acciones pacíficas de los
movimientos independientes e impedir sus
actividades por la fuerza. Con frecuencia se
niega a los activistas su entrada a los espacios
oficiales de ventilación intelectual del tema y
todo queda detrás de la puerta, sin que los verdaderos afectados puedan emitir sus criterios.
A la orden del día están los arrestos y el acoso
policial y de la Seguridad del Estado.
La diferencia en los días que corren, como
apunta José Hugo Fernández en “Asociacionismo, no espejismos”, estriba en que la cruda
evidencia del problema ha forzado al gobierno
a tratar de disfrazar su postura con la adulteración del concepto de sociedad civil. Así lo
acredita el surgimiento de un grupo de instituciones oficialistas camufladas como autónomas. Y resulta dudoso que, a pesar de sus pronunciamientos aparentemente comprometidos,
su subordinación al dominio dictatorial pueda
beneficiar los intereses de la población afrodescendiente. Al destacar las posibilidades que
el asociacionismo propició para negros y mestizos a través de la historia, el autor resalta la
urgente necesidad actual de que ese vehículo
quede fuera de la manipulación del gobierno.
En este contexto viene a tono el trabajo “Palabra dada, palabra tomada…”, de Kenya C
Dworkin, por cuanto pone de manifiesto la
verdadera componenda histórica y actual de
escritores e intelectuales cubanos a través de
obras, algunas filantrópicas y otras camufladas,
de aparente defensa de la población negra, que
han encubierto y continúan encubriendo su
falta de voluntad política y moral, así como su
falta de interés para enfrentar y
Desde entonces empezaron a surgir elementos
destructores de toda la plataforma de derechos
cívicos que los negros habían conquistado en
su lucha antes de 1959: clausura de las asociaciones culturales y de ayuda mutua que habían
florecido en Cuba, y que desde diferentes vías
luchaban contra la discriminación racial; imposibilidad legal de crear organizaciones independientes; prohibición de reuniones de intercambio y búsqueda de soluciones; cierre de los
medios de prensa propios y negativa de acceso
a los medios regionales y nacionales, que pasaron a férreo control del gobierno.
La falta de libertades de expresión, reunión y
asociación han impedido la participación política y cívica, en las condiciones de un plus de
prejuicios culturales que ven un retroceso cultural o un daño a la supuesta unidad nacional
en la formación de sociedades específicamente
negras.
En tales condiciones, los afrodescendientes
cu