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silvestre y revolucionaria.
La Habana excluida de los beneficios
del Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad, quizás de la brújula de la naciente Red Barrial Afrodescendiente, de la pedagogía de la
educación popular y de los programas
de talleres de Transformación Integral
del Barrio, que están ausentes como
política de prevención.
La narrativa oficial considera que, en
muchas de estas personas, las virtudes
están ausente de sus vidas. Son gente
que fracasaron y no aprovecharon las
oportunidades brindadas por la Revolución. Suelen ser malos por naturaleza.
El solar, la ciudadela, los albergues de
tránsito —donde la gente ha consumido
parte de su vida por más de 20 años y
los asentamientos continúan siendo espejos de la mala vida habanera.
En la Cuba revolucionaria, la mayoría
de los negros y mestizos continuaron
atrapados en los nudos de la pobreza,
bordeando el peligroso abismo de la
fragmentación social. Hoy se sienten
cansados de escupir sus miserias. Hoy,
más que nunca, muchos sienten la fatiga
de cruzadas heroicas; sienten que, tras
los innumerables sacrificios, han pagado un precio muy alto. Luego de las
tímidas reformas económicas, sus vidas
continúan ancladas en el sótano de la
pirámide social.
La Habana puede ser una ciudad abierta, pero no es integradora. Es una ciudad dual, que suele dividirse en una
Habana que se identifica con orgullo
como Azul y otra como Habana Sur.
La Habana Azul es un enclave del norte,
que se distingue por sus nacientes colmenas inmobiliarias, marinas, residencias VIP lejos de los problemas sociales, con serenos privados, campos de
golf, edificios de apartamentos para
extranjeros, centros de convenciones y
barrios emergentes como zona franca de
negocios. Ciudad de fronteras y exclusiones, pues es el mundo que desconoce
al otro.
La Habana Sur es el el bajo vientre de la
ciudad. Es La Habana profunda, lejos de
La Habana presentable que intenta imitar el norte blanco; es un trozo de
ciudad donde las personas enfrentan la
vida con coraje, a menudo desgarrador.
En ella habitan volcanes esperando la
erupción. No solo reproduce los asentamientos, sino que está marcada por
barrios insalubres y ciudadelas en los
15 municipios, con el hacinamiento y la
violencia intrafamiliar, en los cuales los
niños y ancianos son los más vulnerables
La Escalera, Indaya, Isla del Polvo, Las
Merceditas, El Mamey, Loma del Tanque, Casablanca, El Tropical, Cambute,
Ruta 12, La Rosita, Las Piedras, Altura
del Mirador La Coca, La Chomba, La
Yuca, Los Mangos, Platanito, La Guarapeta, El Moro, Cocosolo, Lugardita,
Sexto Congreso… Estos son algunos de
los graneros humanos que habitan la
ciudad y nos muestran el lado más terrible del rostro urbano de la desigualdad.
En estos lugares habitan individuos
considerados de interés policial y la
pobreza tiene su color bien definido.
En asentamientos como El Tropical,
municipio de San Miguel del Padrón,
ruge la ley del más fuerte. El aguaje, la
guapería y el machismo son el modo de
vida que se defiende; se baila una rumba sin lentejuelas, pero también se vive
"la caliente" de verdad, pues la vida
suele ser más dura de lo que cualquiera
se imagina.
Al igual que otra gran parte de los cubanos en cualquier punto de la Isla, aquí
habita un sentimiento de inseguridad.
La gente consume el tiempo de cómo
poner un plato de comida en sus mesas,
de cómo mantener a sus familias y de
cómo resolver sus problemas diarios.
Esta es una población considerada ilegal, pero censada. Muchos núcleos familiares no cuentan con la libreta de
abastecimiento. Los jóvenes están limitados en sus niveles de integración so-
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