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Esta última ha venido suponiendo una potenciación exponencial de las posibilidades de las familias blancas que cuentan en el exterior con pares
familiares en capacidad de sostener el mecanismo
de las remesas. Es difícil encontrar huecos o vacíos en el envío de remesas cuando se trata de personas blancas: en familias enteras y nucleares
siempre hay posibilidad de llenar los vacíos, hay
siempre un miembro de la familia en capacidad
de socorrer desde el exterior. Lo que ha permitido
crear una estructura económica sólida en términos
económicos con base familiar, como ocurre en
muchos lugares de Centroamérica.
Esto no ocurre con las familias afrodescendientes.
Las remesas que reciben son pocas en cuantía y
frecuencia, y débiles como estructura. Es difícil
encontrar familias enteras en el exterior que puedan sostener a familias afrodescendientes enteras
dentro de Cuba.
De esta manera el proceso de latinoamericanización económica al que se abrió Cuba desde fines
del siglo pasado siguió, como tendencia, la línea
del origen racial, marcando diferencias estructurales y abismales en las posibilidades de generar
y sostener el bienestar.
La normalización diplomática entre Cuba y Estados Unidos puede ahondar esta brecha. Una de las
medidas es el aumento, hasta 2000 dólares, de la
cantidad permitida en el envío de remesas a Cuba.
Este paso importante a nivel familiar supone un
paso decisivo en la estructuración de las diferencias raciales: la capitalización del dinero en las familias blancas contrastada con la precarización de
la supervivencia en las familias negras.
El cambio es fundamental. Permite la fundación
de empresas de pequeña y mediana escala en el
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sector blanco de la población, la acumulación de
capital para la inversión, no importa si legal o ilegal, y la compra de capital simbólico y social a
partir del dinero.
El flujo de dinero hacia un único sector coloca así
en desventaja a quienes se supone fueran favorecidos por las políticas sociales que ahora comienzan a disminuir por la incapacidad del Estado para
la acumulación y para fomentar políticas de nivelación, ya sea a través del conocimiento o a través
de préstamos bancarios.
¿Cómo superar este desfasaje estructural a partir
del nuevo escenario político? Se requiere una política de remesas sociales, que superen los vínculos familiares, dirigidas a los afrodescendientes.
No como ayuda para la precariedad, sino como
empoderamiento a emprendedores para crear empresas, generar beneficios con criterios de rentabilidad y productividad. No dinero para engordar,
sino dinero para invertir.
Es importante también un sistema de becas afirmativas para preparar a los afrodescendientes, sobre todo jóvenes, que estén en capacidad de entrar
al mercado con conocimientos avanzados sobre la
creación de empresas y las nuevas tecnologías.
De lo contrario asistiremos a la ironía histórica de
que el primer presidente negro de los Estados
Unidos reforzó, involuntariamente, la brecha que
separa a personas negras y blancas en Cuba. Se
corre entonces el riesgo de que la normalización
diplomática entre dos países lleve a la profundización social y política de las diferenci