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os negros y mulatos cubanos de principios
del siglo XX se enorgullecían del megahéroe Antonio Maceo Grajales, caído en
combate durante la Revolución de 1895, y también del político Juan Gualberto Gómez, a quien
por estar vivo much os llamaban Maestro o Director de la Conciencia Negra Cubana. Pero en 1927
comenzó a transitar el camino de la fama un joven
de extracción social muy humilde.
Su señora madre, Encarnación Montalvo, siempre
lo vio como su amado Yiyi. A los fanáticos y aficionados de Cuba y del resto del mundo no les
decía nada el nombre Eligio Sardiñas Montalvo.
Para ellos sólo existía “Kid Chocolate”,2 un sobrenombre que con tanto fervor coreaban porque
fue ese ídolo que acaparó la atención de las grandes multitudes por su manera de vivir el boxeo en
el cuadrilátero.
Como todo deporte de combate, donde a veces
imperan más los golpes que las esquivas, aquel
“muchacho del Cerro” sabía hacerle culto a ese
difícil “arte de dar y que no te den” (o en su defecto, recibir menos puñetazos, porque el rival
también se defiende y ataca). El Kid era dueño de
un estilo pugilístico irrepetible que solo él dominaba y, con razón, Elio Menéndez y Víctor Joaquín Ortega tomaron una frase que parece suya
para intitular el libro El boxeo soy yo.
Esta es una manera de apreciar el deporte como
arte. Algunos aficionados dicen que Chocolate no
hubiese sido un buen entrenador debido a su presunta imposibilidad de transmitirle a sus futuros
pupilos lo que a él mismo no le costaba ningún
esfuerzo realizar, ya que le salía del alma y del
corazón. Pero eso queda para la polémica.
Según las estadísticas de Ring Side Report, Chocolate tuvo un paso brillante por el boxeo amateur. Exhibe un impresionante record: invicto en
100 peleas (86 por la vía del knock out).2 Su debut
como profesional fue en La Habana, el 8 de diciembre de 1927, ante Johnny Cruz, a quien doblegó en seis rounds. Y a partir de ahí estuvo imbatible hasta el 7 de agosto de 1930, cuando el
inglés Jack “Kid” Berg lo venció en Nueva York
en combate que duró diez rounds.3
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Chocolate acumuló 55 lides sin conocer la derrota
y solo empató una con Joe Scalfaro en su primera
presentación en el Madison Square Garden, la
gran arena boxística neoyorkina, en la noche del
30 de noviembre de 1928, luego de otros memorables diez rounds. Hasta aquel pleito con Scalfaro el muchacho del Cerro tenía 21 éxitos al hilo.
Esta constituyó su primera racha triunfante en el
boxeo más competitivo de mundo.
A principios de septiembre 1928, la Comisión
Nacional de Boxeo (C. N. B.) acordó nombrar a
Chocolate Campeón Nacional de su división y felicitar a su mentor Luis Felipe “Pincho” Gutiérrez. El 22 de diciembre de ese mismo año se
realizó en Nueva York una obra cinematográfica
dedicada al estelar púgil cubano: Kid Chocolate.4
Esto desató aún más la Chocomania, tanto en
Cuba como en Estados Unidos.
Por aquellos días quedó constituida en La Habana
la comisión organizadora del recibimiento a Chócolo y Pincho, de la cual formaba parte Juan Domingo Roche. Ese grupo de trabajo planificó un
banquete en la Asociación de Reporters en el cual
la C. N. B. entregaría sendas medallas de oro a
ambos agasajados.5
Del sentir de la fanaticada cubana se hizo eco Pedro Marco, encargado de presentar a este fenómeno boxístico a los lectores de la columna Ideales de una Raza (Diario de la Marina) mediante
la crónica deportiva “Kid Chocolate” (Febrero 17
de 1929). Chocolate estaba a punto de iniciar su
segunda temporada deportiva en La Habana cruzando guantes con Chick Suggs. Marco resaltó
que Chocolate era “otro ejemplo de aquellas personas, cuyos primeros años de vida transcurrieron
en la pobreza hasta que hallaron un camino valiéndose de su talento en el difícil arte golpear. Su
debut se produjo en un campeonato infantil
ideado por Miguel Hernández Bauzá (Miguelito)
y a partir de ahí comenzó su brega en los cuadriláteros”. Además, tuvo palabras de elogio para su
manager, Pincho Gutiérrez, que “se comportaba
con su estelar pupilo como padre, hermano,
amigo y maestro al unísono”.6