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advertidos policialmente, pero nada se hace por
enfrentar los problemas que generan estas actitudes y comportamientos. Hay que recordar la prisión de mujeres fabricada en La Habana solamente para prostitutas tiene como finalidad fundamental expulsar de la ciudad a jóvenes de otras
provincias, que llegan a establecerse en la capital
con el objetivo de mejorar su estatus económico a
través de la venta de sus cuerpos. Esta corrupción
generalizada corroe las referencias éticas de las
nuevas generaciones, que han crecido en medio
de la normalización de esas lacras que se han convertido en actitudes aceptadas.
Ya no son solo unos cuantos políticos que medraban del erario público, ya no es solo el ciudadano
privado de toda posibilidad de satisfacer sus necesidades sobre la base de su trabajo honrado
quien trata de arrancar lo que puede a ese Estado
que lo exige todo y ofrece cada vez menos. Hoy
han sido ganados por la corrupción hasta la policía. Los agentes venden influencias y beneficios
sin pudor alguno.
Resulta lacerante el trasiego de intereses con el
sórdido mundo de la prostitución. En el sistema
judicial, los cubanos con determinado desahogo
económico siempre compiten con ventajas. Abogados, fiscales y jueces se confabulan para vender
a los reclusos hasta sus propios derechos, amparados en la generalizada ignorancia al respecto
con el consiguiente daño a la dignidad de los reclusos y sus familiares. Otras entidades como la
Dirección de Inmigración (MININT) y la Aduana
General de la República son dueñas del peor descredito.
La vida en los barrios populares se deteriora, las
villas miserias crecen, las desigualdades y desesperanzas son más grandes que la indolencia oficial y la ceguera de importantes actore s internacionales. Tremendamente lamentable es ver como
el sistema de educación se ha hundido en esta
triste espiral de corruptelas. Maestros y profesores sobreviven con la comercialización de exámenes y calificaciones. Esto ya se ha convertido en
una tragedia cotidiana, de la cual los únicos que
parecen no enterarse son los gobernantes cubanos. ¿Qué decir del destino de una nación donde
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un examen de calificación parcial cuesta 5 dólares
y la terminación de un curso 50?
Otro lastre que no nos arrancamos porque constituye la esencia de mantenimiento del poder es el
terror permanente al cual está sometido el ciudadano de a pie, en un país donde todo es obligatorio o prohibido y lo único que funciona con cierta
eficacia son los mecanismos de vigilancia/control/coerción /represión.
La bien engrasada maquinaria que enfrenta cubanos contra cubanos, divididos en eventuales represores y víctimas, constituye una de las cartas
de oro de ese poder incapaz de cumplir planes,
promesas ni responsabilidades, pero especialista
en mantener y servirse del pánico inducido que
obnubila y paraliza el ánimo y la conciencia de
los individuos.
La impunidad criminal de un régimen capaz de
mantener por dos años recluida en “forma provisional” a una valerosa activista de derechos humanos, como Sonia Garro, y de incoar una absurda acusación contra un líder de tanto prestigio,
vergüenza y dignidad como Manuel Cuesta Morúa, se complementa con la aberración jurídica
del llamado ''índice de peligrosidad,'' que ha llevado a prisión a miles de ciudadanos de todas las
edades y sexo, en su inmensa mayoría de la raza
negra, sin haber cometido delito alguno. Todo
esto sucede ante la mirada indolente de la inmensa mayoría de los gobernantes de este hemisferio, supuestamente comprometidos con la libertad y la democracia.
Muchos recordamos que en épocas no muy distantes, como en 1978, y para edulcorar la imagen
ante los participantes foráneos del carnaval ideológico XI Festival Mundial de la Juventud y los
Estudiantes, los gobernantes cubanos arrancaron
de sus hogares a miles de jóvenes, principalmente
afrodescendientes, que resultaban indeseables
para aquella imagen. Estos jóvenes inocentes sufrieron los desmanes y maltratos del cautiverio,
donde impera el semianalfabetismo de los oficiales y su ensañamiento abusivo, sin el menor control oficial. Hechos como estos convierten a
Cuba en una sombra latente de un pasado que la
humanidad se empeña en que desaparezca.