IDENTIDADES 1 ESPAÑOL Febrero 2017 | Page 53

no da más. Una frase muy común entre los trabajadores reza:“ Ellos se hacen los que pagan y nosotros, que trabajamos”. Así que nada se puede hacer. La solución es la empresa privada y los cuentapropistas que— con poco espacio, perseguidos y reprimidos, sin derechos— han dado muestra de tremenda efectividad y resultados tangibles a corto plazo, que opacan fácilmente a los establecimientos del Estado, donde no se perciben ni trato de excelencia ni calidad. Otro factor que propició el poco interés de los cubanos en celebrar el año nuevo en Guantánamo fue el paso del huracán Mathew, que devastó gran parte del territorio, específicamente los municipios de Baracoa y Maisí. Aunque arrasó con todo a su paso, incluyendo los cultivos, mucho más daño hizo a los guantanameros la represión desatada por el gobierno mediante registros de los domicilios de los opositores y cubanos de a pie, así como detenciones arbitrarias, durante las semanas posteriores el evento meteorológico. En toda la provincia se generó gran alarma y la inactividad cundió entre la población, a la espera de qué resultados arrojaría la militarización de las calles al filo de la llegada de Raúl Castro y diez ministros acompañantes en visita a la región del desastre. Como se dice en buen cubano, no había quien se moviera. Y es preciso tener en cuenta que los cubanos viven, en su mayoría, del mercado negro, que no es tan negro porque, si contáramos con el gobierno, para qué hablar. Por último, Fidel Castro murió. Si bien es normal y permisible el duelo nacional ante el deceso de un ex gobernante, la opinión general es que hubo exceso de luto, oficialmente por 9 días, sobre todo porque vino cargado de prohibiciones: primero la música y después, la bebida
en todos los establecimientos, estatales y no estatales. Prácticamente se paralizaron el comercio y las demás actividades normales en toda la provincia, hasta los tradicionales bembés del 4 y 17 de diciembre, a Santa Bárbara y San Lázaro, respectivamente, todo por la ley y el orden gubernamental. La muerte del ex presidente desató más represión. Desde la noche del 25 de noviembre, en que Raúl Castro dio la noticia por la televisión nacional, comenzó la movilización de efectivos policiales y de la Seguridad del Estado. Las viviendas de los opositores en la provincia empezaron a ser vigiladas como nunca, al extremo de que agentes de civil amanecían en los portales al acecho no solo de los opositores, sino también de los cubanos de a pie en general. Las autoridades amenazaban y arrestaban a cualquiera que hiciera algún gesto de alegría o de alguna manera diera signos de celebrar el hecho tan esperado incluso por la propia élite gobernante. A pesar de que el gobierno siempre ha vendido la imagen del cubano como ser fiestero y alegre, a pesar las circunstancias, la realidad es otra. La confianza en el discurso oficialista de resistir y vencer ya no funciona. Los cubanos no pueden estar siempre felices ni mantener las ilusiones de otros ciudadanos del mundo mientras vivamos en una isla prisión, sin libertades ni derechos. Esperemos que, en el futuro cercano, todos podamos celebrar estas y otras fechas con la mismas ganas y entusiasmo que reinaba en días ya bastante lejanos. Para eso se necesita vivir en libertad, sin persecución por pensar distinto ni crisis económicas inducidas por quienes nunca la han sufrido.
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