Alarma Ciclónica
Estado y sociedad
Carlos Luis Estrada Guantánamo, Cuba
R
ecientemente nuestra bella Isla sufrió de nuevo la furia de la madre naturaleza expresada específicamente en los ciclones o huracanes tan comunes en esta parte de la geografía entre junio y noviembre. El protagonista de ahora— denominado Matthew— anduvo lento, como quien prepara las condiciones para una batalla, y en su andar por el Caribe dejó marca indeleble de su efímera existencia que, desgraciadamente, muchos no podremos olvidar, aunque no nos haya afectado de manera directa. El fuerte viento, las lluvias y el mar arrasaron las casas y pertenencias de muchos. Esto constituye otro problema que se suma a las dificultades del ciudadano común para adquirir cualquier artículo de consumo, por sencillo que sea, en años de sacrificios y privaciones La temporada ciclónica abarca unos seis meses. Los meteorólogos de la región centran su atención en los observatorios para vigilar y dar seguimiento a estos fenómenos. Por la radio y la televisión se anuncia la llegada de la temporada ciclónica y se divulgan las medidas a tomar para evitar muertes innecesarias, proteger los inmuebles y la salud. Y es que todo ello forma parte de nuestra existencia. Con el paso del tiempo y la ocurrencia de estos eventos adquirimos experiencias que presuntamente nos ayudan a disminuir los daños en el futuro. Hablo no solo de la población, sino también de la nación, dada su precaria situación económica. No somos ignorantes y tenemos vasta experiencia como el tristemente famoso ciclón Flora( 1963). Ponerla en práctica es señal de que hemos aprendido de los reveses. Aunque tenemos la dicha de no ser, por regla, los luchadores contra estos fenómenos meteorológicos, que por lo general afectan más en la parte occidental, sufrimos con Sandy( 2012) y vimos cómo la provincia de Santiago de Cuba colapsó ante aquella embestida de vientos y lluvias. Guantánamo sintió débiles rachas de viento y nos pareció que se nos acababa la vida, pero estábamos muy distantes de la experiencia de la población santiaguera. A fines de septiembre de 2016 se formó una tormenta en el Atlántico que los servicios meteorológicos siguieron al detalle en su trayectoria e intensidad. El meteorólogo Rubiera alertó que la porción más oriental sería la región más afectada de Cuba e insistió en la necesidad de tomar las medidas pertinentes para minimizar las pérdidas, tanto materiales como humanas, que causaría este fenómeno, pronosticado como uno de los más intensos en los últimos años. A pesar de todas las alertas, la total destrucción de los municipios este guantanamero no dejó lugar a dudas: poco o nada hizo la defensa civil. Ante las imágenes afloraban interrogantes como: ¿ Qué sucedió con tanta experiencia acumulada? ¿ Por qué no se pusieron en práctica los conocimientos adquiridos? ¿ Fue casual o fruto de la desidia y el desprecio absoluto por la suerte que pudiera correr el pueblo? Para tratar de dar respuesta a estas interrogantes debemos comenzar por los días previos al paso de Matthew, su formación y desarrollo en las aguas del Caribe oriental, su lento movimiento de traslación y el proceso de metamorfosis que lo llevó a categoría de huracán. Luego de su trayecto por las islas del Caribe supimos que los estragos que dejaba a su paso dejaba eran de armas tomar. Todo indicaba que Cuba estaba
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