Tantos años de fidelidad incondicional tiene alto precio. Hace poco el Consejo de Estado determinó, con carácter excepcional, denominar Alicia Alonso al Gran Teatro de La Habana. Según la nota informativa, esta designación obedece al reconocimiento de la trayectoria artística de la fundadora del Ballet Nacional de Cuba( BNC). Para los gobernantes cubanos, el reconocimiento a la obra o el talento pasa por la alineación y fidelidad política. Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo tomó el apellido Alonso de su ex esposo Fernando y su cuñado Alberto, ya fallecidos, excepcionales bailarines, maestros y co-fundadores de la compañía y Escuela Nacional de Ballet( ENB). Se convirtió desde su regreso a Cuba( 1959) en la omnipotente e infalible dueña hegemónica de un feudo revolucionario trascendente en el tiempo. Al igual que el Comandante Bernabé Ordaz en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, Aidee Santamaría en la Casa de las Américas, Rodrigo Álvarez Cambras en el Hospital Ortopédico Frank País, Alfredo Guevara en el Instituto Estatal de Cine( ICAIC) y— en algún momento— Eusebio Leal en el Centro Histórico de La Habana, Alicia Alonso convirtió al ballet, siempre con anuencia del poder, en su parcela personal. Los diseños artísticos y administrativos e incluso el destino de las personas quedan definidos por sus criterios e intereses personales. El alto liderazgo ha enfocado el culto a la personalidad de manera más sutil y subliminal. Nada de monumentos o nombres de instituciones. Solo el estadio de béisbol de Jatibonico, en el centro del país y por aclamación de sus vecinos, llevó el nombre de alguien en vida: Genaro Melero, humilde y consagrado pelotero de la primera mitad del siglo pasado. Podría pensarse que esta decisión sin precedentes del Consejo de Estado para honrar en vida a quien es indiscutible ícono de la danza en el pasado siglo, obedece a la trayectoria de quien demostró desde muy joven dotes excepcionales para el ballet clásico, enfrentó la adversidad de la pérdida paulatina de la visión sin bajar nunca de los escenarios y ha sostenido a la compañía cubana de ballet por varias décadas en dos siglos diferentes. Alicia Alonso es reconocida como uno de los más grandes exponentes de la danza clásica en el siglo XX. Sin embargo, en los años sesenta se alió al poder y en los setenta dejó realmente de bailar a su reconocido nivel, aunque lamentablemente su desenfrenado egocentrismo impidió que bajara de los escenarios hasta entrados los noventa. Con el monopolio garantizado por el respaldo oficial creó la ENB, donde se desarrollaron talentos que llegaron a ser figuras mundialmente reconocidas como integrantes de una de las más prestigiosas compañías del planeta. Sin embargo, lejos de desarrollar una compañía dinámica conectada con las claves de la modernidad, Alicia Alonso convirtió al BNC en una entidad anquilosada y conservadora, que se aleja totalmente de la esencia conceptual universalmente admitida del ballet nacional porque nada tiene que ver con las tradiciones y acervos culturales de la nación. Por lo poco de nacional y de cubano, la compañía bien podría ser más bien reconocida como el Ballet Ruso de La Habana. La auto titulada Prima Ballerina Assoluta ha matizado su hegemonismo con el nepotismo y el racismo que caracterizan al enclave cultural secuestrado por varias décadas. Durante años su hija y su actual esposo acapararon poderes e influencias en los entornos del ballet y la danza. Muchos bailarines afrodescendientes sufrieron los desmanes de esta autócrata cultural: desde el gran Jorge Lefevre( Ballet del Siglo XX y Ballet Royal de Vallonie) pasando por Caridad Martínez
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