Ideas Escrita Días de muertos | Page 36

fantasía se mezclan en el mismo pavimento, las líneas blancas dejan de tener sentido y desaparecen tras la tormenta, para dejar el gris del asfalto en una sola dirección. La ruta lleva a un mundo fantasmagórico bañado de una niebla pegajosa. En ella encuentro recuerdos de chocolate y nubes de algodón, ennegrecidas por el aire sucio que circunda, ese aire que no me permite ver ni respirar. Estoy agobiada por el zumbido de las moscas, que parecen aves de ataque sobre mi rostro. Las moscas caminan encima de mí, lamen con su pequeña lengua los restos de sangre. Sigo sin fuerza, estoy tirada en el piso, no sé cuánto tiempo ha pasado. El pequeño Anabrio me mira desde un rincón con los ojos llenos de lágrimas, la habitación gira como un torbellino y se inunda rápidamente de olor a gas, a pesar de los esfuerzos del enano por cubrir los espacios entre la puerta. Las moscas se golpean desesperadas en las paredes, caen muertas alrededor sin dejar de zumbar ni de mover sus portentosas alas translúcidas. Imagino los últimos minutos de mi vida ahogada en la podredumbre, igual que las moscas; me imagino divagando en un mundo de ensueño creado por la falta de aire. Torpemente y sin éxito me aferro al borde del recuerdo. Finalmente cierro los ojos, la respiración se hace trunca, entrecortada, difícil. Imágenes de mi corta vida llenan los espacios que deja el gas, en un parpadeo me descubro lejos, caminando en un parque, pisando la hojarasca y produciendo tronidos y chasquidos lentos. Respiro un fresco aroma a bosque, a naturaleza. Me siento en una banca, la más alejada, donde veo pasar a los desconocidos. Ellos me miran curiosos sin decir nada. “ La ruta lleva a un mundo fantasmagórico bañado de una niebla pegajosa. En ella encuentro recuerdos de chocolate y nubes de algodón, ennegrecidas por el aire sucio que circunda. ”