Ideas Escrita Días de muertos | Page 17

señal de luto. Su atuendo contrastaba con un alegre ramo de flores que aferraba con la mano derecha. Tras caminar un par de kilómetros, se detuvieron frente a un edificio abandonado con la reja cerrada con cadena y un letrero casi ilegible donde aún se distinguía la palabra “Posada”. Al fin habían llegado. Tomadas de la mano, atravesaron la carretera desierta en dirección a un par de pequeñas cruces pintadas de blanco. —¿Por qué tengo que dejar mi muñeca, mami? Tú la compraste, entonces es mía. Aquí podría perderse o podrían robársela. ¿Por qué, por qué? No quiero, no quiero —lloriqueó la mimada Juanita, mientras su madre intentaba alcanzar la muñeca que la niña sostenía tras la espalda. —Para eso vinimos, Juanita. Sé una nena buena y dámela. Tú ya tienes muchas muñecas. ¿O a poco no vas a hacer el último favor que nos pidió tu papito? Cuando le cuente se pondrá muy triste. La expresión de la niña cambió de súbito y entregó la muñeca. También secó las lágrimas que habían asomado a sus ojos y permaneció quieta a un costado de Cristina. La madre acarició la pequeña cabeza y murmuró: —Eres una niña muy buena, Juanita. Después, Cristina inclinó el rostro y repitió una serie de oraciones. Juanita la imitaba, y aunque no conocía las palabras, intuyó que debía quedarse muy quieta en ese momento. Cuando la madre acabó el rezo, colocó un rosario sobre cada una de las tumbas, acompañados por la muñeca y el ramo de flores. Cristina no pudo evitar llorar antes de tomar la mano de su hija y alejarse. —Perdónenos —dijo como despedida. Apenas habían avanzado unos cuantos metros cuando Juanita volteó por última vez para ver aquel extraño lugar. Se sorprendió al descubrir una niña parecida a ella, pero con un tono de piel más moreno. La pequeña sostenía la muñeca que recién habían dejado, sonreía con hermosos dientes blancos y se despedía agitando la mano. Juanita no entendía muchas cosas, pero comprendió que habían hecho algo bueno por alguien. Sacudió la mano y sonrió de vuelta a esa niña, mientras su madre la observaba y pensaba cuánto se parecía a Felipe.