señal de luto. Su atuendo contrastaba
con un alegre ramo de flores que
aferraba con la mano derecha. Tras
caminar un par de kilómetros, se
detuvieron frente a un edificio
abandonado con la reja cerrada con
cadena y un letrero casi ilegible donde
aún se distinguía la palabra “Posada”.
Al fin habían llegado.
Tomadas de la mano, atravesaron la
carretera desierta en dirección a un par
de pequeñas cruces pintadas de blanco.
—¿Por qué tengo que dejar mi
muñeca, mami? Tú la compraste,
entonces es mía. Aquí podría
perderse o podrían robársela. ¿Por
qué, por qué? No quiero, no quiero
—lloriqueó la mimada Juanita,
mientras su madre intentaba
alcanzar la muñeca que la niña
sostenía tras la espalda.
—Para eso vinimos, Juanita. Sé una
nena buena y dámela. Tú ya tienes
muchas muñecas. ¿O a poco no vas a
hacer el último favor que nos pidió tu
papito? Cuando le cuente se pondrá
muy triste.
La expresión de la niña cambió de
súbito y entregó la muñeca. También
secó las lágrimas que habían asomado a
sus ojos y
permaneció quieta a un costado de
Cristina. La madre acarició la pequeña
cabeza y murmuró:
—Eres una niña muy buena, Juanita.
Después, Cristina inclinó el rostro y
repitió una serie de oraciones. Juanita
la imitaba, y aunque no conocía las
palabras, intuyó que debía quedarse
muy quieta en ese momento. Cuando la
madre acabó el rezo, colocó un rosario
sobre cada una de las tumbas,
acompañados por la muñeca y el ramo
de flores. Cristina no pudo evitar llorar
antes de tomar la mano de su hija y
alejarse.
—Perdónenos —dijo como despedida.
Apenas habían avanzado unos cuantos
metros cuando Juanita volteó por
última vez para ver aquel extraño lugar.
Se sorprendió al descubrir una niña
parecida a ella, pero con un tono de
piel más moreno. La pequeña sostenía
la muñeca que recién habían dejado,
sonreía con hermosos dientes blancos y
se despedía agitando la mano. Juanita
no entendía muchas cosas, pero
comprendió que habían hecho algo
bueno por alguien. Sacudió la mano y
sonrió de vuelta a esa niña, mientras su
madre la observaba y pensaba cuánto
se parecía a Felipe.