Idea Escrita Arte Plástico | Page 64

CAPITULO IX LLEGAN LAS BENDICIONES Con el paso de los meses, llega la primera bendición. Estoy corriendo, con el alma en un hilo, entre gritos y barullos. “¡La fuente, la fuente!”, gritan las damas de blanco que se llevan a mi Dulcinea, entre jadeos y suspiros, para treparla al corcel helado de fierro. Las piernas se me doblan entre rebotes, jalones, llanto, angustia y temblores. Mis manos se quedan sin fuerza. El mundo gira más rápido. Mi cuerpo quiere desfallecer, no se da cuenta de que la panza la ha cargado ella: nueve meses de pesadez, desvelo, sufrimiento, náusea y antojos de media noche que hay que cumplir sin chistar. ¡Pero por fin llega el día añorado! Camino por los surcos del suelo, creados por los que estuvieron antes que yo en esta sala. El azulejo aquí alguna vez fue blanco, ahora sólo asoma el cemento gris. De pronto alcanzo a ver una sombra en la oscuridad, parece mi jefe, pero no hago caso, estoy esperando al crío que Dios nos manda. El niño que debo cuidar en su lugar. Y llega el heredero, acompañado de llanto y risas hermosas. ¡Mi primogénito! Y, con él, los primeros reclamos, impulsados por el cansancio y la necesidad de crecer, de crear. Ahora sólo existe ese pequeño diablillo recién nacido. Debo trabajar hasta tarde para proveer lo mejor a los tres, los cuatro, ¡los que sean! Tengo la mejor de las intenciones, que se ciega por el cansancio y las primeras peleas. Por “la falta de apoyo” que se me reclama en la crianza y los cuidados del pequeño. Por creer que, entre más trabaje, más dinero entrará por la puerta, sin tomar en cuenta que el amor y las ilusiones salen por la ventana sin avisar; aunque dudo que para ella siquiera hayan existido El cansancio y los rencores hacen de las suyas: salen a borbollones palabras duras, gritos que suben de intensidad, la guerra sin tregua día tras día, semana tras semana. El amor se convierte en