Al llegar al conjunto de departamentos, un vecino le
señaló cuál era el correcto. Tocó la puerta, una y otra
vez, esperó más de diez minutos y nadie salió, ningún
ruido se oía, entonces se dio cuenta que la puerta no tenía
seguro. Abrió, "buenas tardes" -dijo, mientras pasaba.
Tardó un minuto en acostumbrarse a la penumbra,
recorrió todo el lugar, no tardó más de medio minuto en
ello; él no estaba. Entonces se acercó a la mesa junto a la
ventana, miró el dibujo de una muchacha parada en el
campo, y pegada a esa hoja estaba otro dibujo, en él se
veía a un hombre joven, delgado, alto, sumamente feliz,
también en el campo, tendiendo su mano a la muchacha
de al lado, mirándola... semejaba que irían juntos a algún
lado, a plasmarse en ese mundo de colores donde no
había obligaciones, sólo su eterna compañía, todo el
amor por descubrir y esa extraña fragancia que parecía
emanar de las páginas...
Y.N.