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la, no tenían otra posibilidad que la urgencia con la cultura, somos sus cuidadores y pasado-
tes”., me dijo una maestra. Interesante sin mañana ¿Cuál es nuestro modo de estar res También en una relación de responsabilidad
partir. Porque estas palabras nos invitan a pen- tros? Más allá de toda prédica del amor- de mundos un guardián de lo imposible. Me
maestros? nuevos y al mundo? Enseñar es ofrecer, es dar. la pregunta por el futuro sabiendo que el movi-
un maestro invita, llama, muestra. Si convoca a hace posible lo improbable Ejercer como maes-
liar hacia un lugar desconocido. Si nos hace ver pregunta por el futuro sosteniendo una ilusión.
está mostrando un modo de pensarse a sí mis- venidero o al amor, la que se construye gesto a
aventura a lo desconocido, lanzándonos a la mos una mirada, o extendemos la mano hacia
dar pistas, poner en camino invitando a exten- palabras, “Antes del fin”.
Siempre que haya niños habrá docen-
respuesta, pensé, y la anoté para com-
sar una inquietud: ¿Por qué la infancia reclama
Tal vez para mantener la pregunta por la edu-
cación como continuidad de lo humano en el
mundo. Para no marchitarnos .«Porque está
hecho por mortales, este mundo se marchita»,
entonces «hay que volver a ponerlo una y otra
vez en su punto justo», como nos dice la filóso-
fa, Hannah Arendt . Es que el nacimiento, la
llegada de los nuevos, los niños, nos reclama en
la doble tarea de preservación de la vida y per-
petuación del mundo. La posibilidad siempre
abierta de un nuevo comienzo introduciendo la
temporalidad en el mismo corazón de la ense-
ñanza. Entre lo viejo y lo nuevo, entre pasado y
futuro, o ese tiempo que ha sido y un tiempo
que ya no será mío... Aún cuando educar cobre
valor en el presente. (y conviene no olvidarlo):
Aquí, ahora. En cada clase. Con cada chico.
Porque toda vez que un maestro ofrece un viaje
al país de los signos, invita al alumno a repre-
sentarse y hace posible el mundo en su ausen-
cia. Es decir ese acceso a los signos, los conoci-
mientos, las letras, los relatos, los números, las
fórmulas químicas abre un espacio al pensa-
miento. Hace a girar la rueda de la vida. Enton-
ces....una vez y otra vez.. Cada vez, siempre.
Siempre que haya niños habrá maestros. Valio-
sos valientes.
Cuando decimos la infancia reclama maestros,
decimos reclama enseñanzas. Reclama adultos
que ofrezcan un saber. Una inquietud en la
estela de sus preguntas y sus búsquedas...Un
camino de tiempo...También adultos que pue-
dan responder. La infancia reclama maestros
con valor, valiosos, valientes, que estén ahí, y
enseñen. Maestros Jugados, que se las juegan ¿y
como se las juega un maestro? Enseñando...
Pensemos.... Cuántas historias conocemos que
han sido construidas al calor de una apuesta,
sobreviviendo el embate de múltiples pobre-
zas.... Reestableciendo un después para muchos
chicos, que de no ser por la apuesta de la escue-
ahí? ¿ nos jugamos en el desafío de ser maes-
¿ejercemos -enseñando- ese doble amor a los
Enseñar mostrar. Un mundo nuevo se asoma si
un movimiento que nos traslada desde lo fami-
más lejos de lo que vemos... Cuando uno enseña
mo y de pensar el mundo. Ese empuje vital que
conquista de lo infinito. Enseñar es hacer señas,
der los límites de la vida. La verdadera ense-
ñanza, es consecuencia de una citación. “¿Por
que me llamas, que quieres que haga?” (Steiner
2004) Un maestro contagia... incita, infecta.
Porque se transmite esa chispa que enciende
produciendo modificaciones en quien aprende
Enseñar es mostrar otros mundos, para que
todos y cada uno a su tiempo estén en condicio-
nes de decidir quiénes ser, de que modo les
gustaría ser. Uno puede elegir solo si tuvo la
oportunidad de conocer, de ver, de que alguien
alguna vez, le mostrara una rica variedad de
posibilidades. ¿Estamos siendo generosos en el
ofrecimiento? ¿Damos un repertorio abundan-
te? ¿mostramos las pistas necesarias, las señas
que invitan a un desplazamiento? ¿de que mo-
do estamos siendo maestros? Sin penas ni glo-
rias. Es por que enseñamos que somos maestros
Esto nos ubica de un modo especial en relación
hacia lo por venir. Un maestro es un inventor
gusta pensarlo, como aquel que puede habitar
miento de la vida desencadena lo inesperado y
tro nos ofrece esta posibilidad, la de habitar la
Esa misma ilusión que da consistencia al tiempo
gesto, sin pedir garantías cuando corresponde-
otro. .Voy a compartir entonces, un puñado de
Relata el escritor argentino Ernesto Sábato:
«Cuando alguna vez he vuelto a viajar en tren,
soñé con encontrar a ese profesor de mi secun-
daria, sentado en algún vagón, con el portafo-
lios lleno de deberes corregidos, como esa vez -
¡hace tanto!- cuando íbamos juntos en un tren
y yo le pregunté, apenado de ver cómo pasaba
sus años en tareas menores, “¿Por qué, Don
Pedro, pierde tiempo en esas cosas?” Y él con su
amable sonrisa me respondió “Porque entre
ellos puede haber un futuro escritor”».
Maestro es quien está cerca, atento a sostener la
mano y a la vez, siempre mirando más lejos.
Invitando a transitar la dificultad, incitando a
traspasar las fronteras. Haciendo señas desde
un s itio desconocido, al que vale la pena visitar.
Entonces sí, vale la pena!
Carina Rattero