Clamando a
los CIELOS
Efectivamente, cla-
mar a los cielos es
de las pocas cosas
que quedarían por
hacer para salvar el
yacimiento arqueo-
lógico de la plaza de
la Encarnación, que
se haya en pleno
casco histórico de
Sevilla, y que lleva
dos meses inunda-
do.
Clamar a los cielos:
al de los griegos, al
de los tartésicos, al
de los romanos, al
de los judíos, cris-
tianos y musulma-
nes. Nuestros an-
cestros, humillados
bajo las estancadas
aguas que cubren
lo que fueron sus
casas, muros e igle-
sias, ven cómo pro-
liferan sobre ellos
millones de mos-
quitos. La céntrica
plaza, que espera
que se construya
sobre ella,un em-
blemático merca-
do, conservando al
mismo tiempo las
ruinas, sufre sobre
su piel la indolencia
de los gobernantes.
Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de
rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo:
Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al
ver a Pedro, se incorporó.” (Hechos 9:40)