HOLOCAUSTO BAJO LA LUPA - JURGEN GRAF El Holocausto bajo la Lupa | Page 77

HOLOCAUSTO BAJO LA LUPA El historiador judío-británico Walter Laqueur se ocupa de esta pregunta en su libro The Terrible Secret, publicado en 1980. Laqueur toma como punto de partida el hecho de que los aliados disponían de una red de información que funcionaba bien, tanto en los países ocupados por Alemania como en Alemania misma. Un crimen de una magnitud tan monstruosa como seria el asesinato de millones de personas en cámaras de gas, no podía de ninguna manera quedar oculto ante ellos durante años, más aún con organizaciones judías que a partir de 1942 reportaban incesantemente sobre atrocidades. Pero Washington, Londres y Moscú se conformaban con protestas flojas, cual coartadas, y no hacían nada para salvar a los judíos. Ni los prevenían del exterminio que los amenazaba, ni llamaban la atención del pueblo alemán sobre el genocidio perpetrado por su gobierno. El Papa, desde un momento muy temprano, sabía lo que pasaba en la Polonia católica, pero no se mostraba excesivamente intranquilizado, ya que las victimas no eran católicos. Lo mismo la Cruz Roja, que permaneció con los brazos cruzados hasta terminar la guerra, callando lo del genocidio. En el libro Auschwitz and the Allies, Martin Gilbert se ocupa del campo de concentración más grande. Este se encontraba en una zona industrial y comprendía, aparte del campo central Auschwitz I y Birkenau (Auschwitz II), el complejo industrial Monowitz (Auschwitz III), que debía haber llamado la atención de los aliados por el mero hecho de fabricarse allí un material de importancia bélica como lo es el caucho sintético. Había, además, 40 puestos externos. Los prisioneros entraban en contacto permanente con obreros libres, asalariados, provenientes de distintos países. Además, todo el tiempo se iban transfiriendo prisioneros de Auschwitz a otros campos. Finalmente, hubo un número importante de prisioneros que fueron dejados en libertad (según 77