HOLOCAUSTO BAJO LA LUPA - JURGEN GRAF El Holocausto bajo la Lupa | Page 66
Jürgen Graf
mayores, las puertas se cerraron y se les echó el cerrojo.
Un hombre de las SS con una pesada máscara antigás
estaba parado sobre el techo de la cámara esperando el
permiso de echar las bolitas de Zyklon B. Aquel día su
oficio era un puesto de honor, ya que no todos los días
tenía invitados tan ilustres, y con seguridad estaba tan
nervioso como el estárter de una carrera de caballos al dar
la señal de partida...
El hombre con la máscara antigás manipulaba sus latas
de Zyklon. Debajo de él se encontraba una sala repleta.
Pero ni rastros del Reichsführer (Himmler) que había ido a
desayunar con el comandante Höss.
En algún lado sonó un teléfono. Todas las cabezas se
movieron en esa dirección... La información decía: «El
Reichsführer todavía no terminó de desayunar... » En la
cámara de gas los hombres y las mujeres, locos de
desesperación y que finalmente habían comprendido lo
que significaba una ducha en Auschwitz, empezaron a
gritar, aullar y a golpear débilmente contra la puerta, pero
afuera nadie los oía, ya que la nueva cámara no solamente
estaba aislada contra el gas, sino también contra ruido...
Pero a las once, con dos horas de atraso, arribó un
automóvil. Himmler y Höss bajaron y conversaron un
momento con los oficiales de mayor rango. Himmler los
escuchó con atención cuando le explicaron detalladamente
el procedimiento. Caminó sin apuro hasta la puerta
cerrada, echó una mirada por el grueso vidrio de la
pequeña mirilla a la gente que gritaba dentro de la cámara
y se dirigió después otra vez a sus subordinados para
hacerles algunas preguntas más. Por fin podía comenzar
el baile. Una orden en tono cortante fue dada al hombre de
las SS parado sobre el techo. Este levantó una tapa
redonda y dejo caer las bolillas sobre las cabezas debajo
de él. Sabia, como todos los demás, que el calor producido
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