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Jürgen Graf
por estos deportados todavía no ha sido estudiada en profundidad. Como esos procesos de reasentamiento contradicen al mito, las potencias vencedoras indudablemente destruyeron los documentos respectivos o los hicieron desaparecer en el botiquín del olvido, siendo menos que bienvenidos los « relatos de sobrevivientes », hechos por deportados que regresaban, ya que ponían en ridículo la leyenda del remate del judaísmo europeo en los campos de exterminio. De todos modos, las deportaciones masivas de judíos a Rusia son admitidas también por los exterministas; Gerald Reitlinger por ejemplo en La solución Final, se ocupa bastante detalladamente de ellas. El hecho de que los nazis, en un momento en que ya hacía tiempo habrían decidido la total exterminación física del judaísmo, todavía enviasen a masas de judíos a Rusia para asentarlos allá, pasando en el camino al lado de seis campos de exterminio que trabajaban a todo vapor, es uno más de los innumerables milagros del holocausto. No es posible establecer la cantidad de deportados. Según el estadístico de las SS, Richard Korherr, hasta marzo de 1943 fueron 1,873 millones. Sin embargo el informe Korherr no es incondicionalmente confiable.
En su libro El segundo cautiverio babilónico, Steffen Werner se ocupa del asentamiento de judíos en Bielorrusia. A pesar de que hay que ser precavido al leer ese libro, junta prueba tras prueba de que una cantidad muy importante de judíos fue enviada a la parte oriental de Bielorrusia y que luego se quedaron allí después de la guerra. Con toda seguridad, gran parte de los judíos polacos que fueron a parar a la URSS se quedaron allá voluntariamente, ya que habían perdido sus bienes en Polonia y se hubiesen encontrado ante la nada al volver. Además, el gobierno soviético aún practicaba a la sazón una política abiertamente projudía; esto sólo cambió poco antes de la muerte de Stalin. Parece poco probable que