History, Wonder Tales, Fairy Tales, Myths and Legends Principales Leyendas, Mitos y Cuentos Chilenos | Page 88
aguilucho era testigo de este nacimiento. Llegaba Curiñancu (águila negra), y el
águila sagrada emprendía el vuelo llevando en su pico una pichivilú (serpiente
pequeña) como primer alimento para su pequeño retoño, a quien acurrucó entre
su plumaje.
Curiñancu comenzó a crecer muy rápido y con un cierto temor a volar. Prefería
caminar por los alrededores de su nido y mirar los volcanes, que muy juntitos se
extendían a sus pies. Eran el copahue, mocho, tolhuaca, llaima y tantos más que
adornaban el sur de Chile.
El pequeño Curiñancu disfrutaba mirando el gran río, que se extendía majestuoso
desde la laguna Galletué, donde nacía, buscando su ruta entre las grandes
montañas. Observaba el hermoso color del agua, que como una preciosa joya
enceguecía sus ojos con el resplandor.
Siempre le gustaba merodear
dando pequeños vuelos, buscando
los picos más fáciles y siguiendo
consejos de sus padres de no
arriesgar su vida hasta que sus
alas estuvieran firmes para
sostener su cuerpo. Sin embargo,
Curiñancu
prefería
caminar;
encontraba más seguras sus
piernas, que ya empezaban a
desarrollar músculos.
Un día en que sus padres salieron
a recorrer otras montañas, Curiñancu decidió intentar un vuelo más largo que lo
habitual. Con el kurruf (viento) en contra, y a pesar de sus desesperados aleteos,
muy cansado, se fue en picada hacia el abismo profundo. Al chocar con la tierra,
un pequeño rasguño en su ala dejó escurrir unas gotas de sangre y, así, a muy mal
traer, logró levantar sus ojos y observar frente a sí al carnicero más grande de
América Latina, con sus garras listas para embestir. Observó sus tremendos
músculos y sus colmillos tan blancos como la nieve. En este encuentro se da
cuenta que no es comida para él. El pangui (puma, león entre los mapuches) pudo
distinguir que era el águila sagrada y, al acercarse a Curiñancu, lentamente
comenzó a lamer sus heridas y, luego, con su pelaje aleonado, a cubrir del frío a
Curiñancu, dejándolo dormir hasta recuperarse.
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