History, Wonder Tales, Fairy Tales, Myths and Legends Principales Leyendas, Mitos y Cuentos Chilenos | Page 211

por un viento helado que no tenia ya donde enredarse. La montaña entera parecía depurarse en silencio y blancura. Cierto desasosiego los hizo interrumpir el descanso y desear estar de vuelta en su ruca, con el fuego encendido y el olor del asado deshaciéndose en humo... Entonces se levantaron y comenzaron el descenso, arrastrando el cadáver montaña abajo. Antes de que el cuerpo del huemul fuera desollado y su carne deshuesada y salada, el volcán empezó a humear, amenazante. Y esa misma noche, acostados, todos sintieron en sus cuerpos el temblor de la montaña y escucharon el retumbar se sus entrañas. Así comenzaron días de angustia para la gente de Huanquimil. El humo nubló el cielo y no se vio mas la luz del sol, la tierra caliente temblaba bajo los pies de los mapuches, una lluvia de cenizas caía sobre los sembrados. De nada sirvieron las rogativas, las ofrendas... Como podría aplacarse la furia del Pillan? La machi recurrio a las cortezas de Coihue, pero las escrituras resultaron ambiguas. Entonces se recluyo dos días para meditar, aislada en una grieta, envuelta en su grueso manto y alimentándose solo de tallos de niolkin. Volvió de su retiro ensombrecida por l revelación: solo una ofrenda calmaría al Pillan, y pedía el mayor tesoro de Huanquimil, su hija Huilefún. - Debe llevarla arriba el mas joven y valiente de los Koná - agrego la machi. Cómo lloraron los huanquimiles! Pobre huilefun, tan hermosa, que no terminaría de crecer! - No puede ser, no puede ser!! – gritaba su madre, desesperada. Pero el feroz sacrificio debía cumplirse. Hermanas y primas vistieron y arreglaron a Huilefún, que, callada, las dejaba hacer. Ellas le trenzaron el pelo, la arroparon en un manto nuevo y se lo sujetaron con un broche de Llanka. Así se presento ante todos los que se habían reunido para despedirla, mirando con ojos tristes a los muchachos, pensando si seria este o aquel el encargado de acompañarla arriba. Se adelanto Quechuán y dijo: - yo te llevo, Huilefún. Y llego el momento de la despedida. El sonar de los Kultrunes ahogo el sollozo de Huanquimil; su mujer, con el cabello cortado, corrió hasta Huilefún para darle el ultimo abrazo y prenderle en el pecho su mechón de 211