History, Wonder Tales, Fairy Tales, Myths and Legends Principales Leyendas, Mitos y Cuentos Chilenos | Page 169
Pero los indios no podían llegar al cráter, porque se lo impedían las inmensas
quebradas que rodean los volcanes. Un día en que los desesperados indios estaban
celebrando un gran machitún, apareció entre ellos un indio viejo, que nadie supo
quién era y que pidiendo permiso para hablar dijo: Para llegar al cráter es necesario
que sacrifiquéis a la virgen más hermosa de la tribu. Debéis arrancarle el corazón y
colocarlo en la punta del Pichi Juan, tapado con una rama de canelo. Veréis
entonces que vendrá un pájaro del cielo, se comerá el corazón y después llevará la
rama de canelo y elevando el vuelo la dejará caer en el cráter del Osorno. Una
asamblea compuesta de los indios más viejos de la tribu resolvió que la más
virtuosa de las vírgenes era Licarayén, la hija menor del cacique, hermosa joven
que unía a una belleza extraordinaria un alma más blanca que los pétalos de la flor
de la quilineja. Temblando llevó el mismo cacique la noticia del próximo sacrificio
a su hija. No llores -le respondió ella- muero contenta, sabiendo que mi muerte
aliviará las amarguras y dolores de nuestra valerosa tribu. Sólo pido un favor: que
para matarme no usen vuestras hachas ni lanzas. Quiero que me maten con
perfumes de las flores que han sido el único encanto de mi vida, y que sea el toqui
Quiltrapique quien me arranque el corazón. Y así se hizo.
Al día siguiente, cuando el sol empezaba a
aparecer, un gran cortejo acompañó a
Licarayén al fondo de una quebrada, donde el
toqui tenía preparado un lecho con las más
perfumadas flores que había encontrado en los
prados y bosques. Llegó Licarayén y sin queja
ni protesta alguna se tendió sobre aquel lecho
de olores que había de transportar su alma a la
eternidad. Cuando la tarde tendió su manto gris
sobre la llanura y enmudeció el último
pajarillo, la virgen exhaló el postrer suspiro. Se
adelantó el toqui y más pálido que la misma
muerte se arrodilló a su lado y con mano
temblorosa rasgó el núbil pecho de la virgen,
arrancó el corazón, y siempre silencioso, con
paso vacilante, fue a depositarlo en manos de
cacique.
Volvió después el toqui adonde se encontraba la virgen y sin proferir una queja se
atravesó el pecho con su lanza. El más fornido de los mancebos fue encargado de
llevar el corazón y la rama de canelo a la cima del cerro Pichi Juan, que eleva su
cono agudo donde termina el llano. Y he aquí que apenas el mancebo había
colocado el corazón y la rama de canelo en la roca más alta del Pichi Juan, apareció
en el cielo un enorme cóndor, que bajando en raudo vuelo, de un bocado se engulló
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