María pertenece al reducido grupo de
jóvenes que reciben de sus padres, alguna
forma de educación sexual, desde los 12
años contó con información, su padre fue
muy directo: “Sí, mi papá siempre nos ha…
dicho, tú abres la caja y ya eso no vuelve
más…Tú abres las piernas y te dejas mamar,
ahí sí perdiste el año” entre tanto su madre
la incen�vaba a consultar al médico para
recibir las “pas�llas” que fueran más
convenientes para su edad. En su colegio no
recibió educación sexual propiamente dicha,
buscó información por sus propios medios
y a través del contacto permanente con
personas del otro sexo “yo fui como la más
curiosa del grupo, como anduve con puros
hombres… me iba instruyendo, leyendo,
como dicen, leyendo uno sabe”. Desde los
15 años usa an�concep�vos: “Hasta que
llegué… a la edad loca, a los quince…me tocó
ir a que me mandaran pas�llas… al hospital
del pueblo… al principio me negaron la
orientación porque era una menor de edad…
hasta que fui con mi mamá… entonces ahí sí
me dieron como que una tableta, pero había
que comprarla, no me acuerdo el nombre,
pero mi mamá siempre las tenía, ella siempre
las tenía porque ella las u�lizaba…”
Hacia los 16 años llega el segundo hombre
a su vida, aunque con él todo transcurrió
de manera relajada, espontánea y abierta,
sin�ó la necesidad de ser juiciosa con el uso
de las “pas�llas, porque un embarazo a estas
alturas no aguanta” y además negoció con
su pareja la protección: “Lo negociamos
desde el mismo momento en que nosotros
empezamos la relación, tú te cuidas, yo
me cuido… siempre hubo como que esa
protección…, a pesar de que duramos cinco
años”. La relación se terminó porque él tenía
otra persona. Tuvo una pausa afec�va en
su vida que duró aproximadamente un año,
hasta que se juntó con alguien que describe
igual de “loco” a ella con quien duró otro año,
“pero con él si no hubo contacto sexual ni nada”.
Entre tanto desarrollaba sus estudios
superiores, hasta que reaparece quien será el
papá de su hijo, aquel chico de su adolescencia
temprana, ese cuya amistad tuvo por algún
�empo “congelada”, en razón a que él tenía
otra mujer, llegó a trabajar a Tubará y fue la
oportunidad para retomar la amistad y poco
a poco se dieron las cosas. Al principio fue
di�cil que lo aceptaran sus padres porque
estaba lleno de tatuajes y usaba el cabello
largo, y eso que solo lo llevó a su casa cuando
comprobó de diferentes maneras que era un
hombre de fiar y que no tenía enredos, porque
no acepta ser “un segundo plato”. Esta
desconfianza la alimentó a par�r de su trato
permanente con hombres, incluso mayores
que ella, que han sido sus amigos y de quienes
aprendió. “Cuando lo aceptaron él…me
visitaba, yo iba donde él, hasta que yo entré
a trabajar, ahí… nos distanciamos… porque yo
trabajaba de sábado a viernes, prác�camente
casi toda la semana, porque…me sobrecargaba…
yo no descansaba, hasta que quedé
embarazada, que eso fue como para sep�embre,
octubre…en ese entonces él estaba sin trabajo,
el vino a conseguir trabajo como taxista
cuando yo tenía cuatro meses de embarazo”.
FUE
DIFÍ
CIL