Historias de vida ZIKA Tubará | Page 4

María pertenece al reducido grupo de jóvenes que reciben de sus padres, alguna forma de educación sexual, desde los 12 años contó con información, su padre fue muy directo: “Sí, mi papá siempre nos ha… dicho, tú abres la caja y ya eso no vuelve más…Tú abres las piernas y te dejas mamar, ahí sí perdiste el año” entre tanto su madre la incen�vaba a consultar al médico para recibir las “pas�llas” que fueran más convenientes para su edad. En su colegio no recibió educación sexual propiamente dicha, buscó información por sus propios medios y a través del contacto permanente con personas del otro sexo “yo fui como la más curiosa del grupo, como anduve con puros hombres… me iba instruyendo, leyendo, como dicen, leyendo uno sabe”. Desde los 15 años usa an�concep�vos: “Hasta que llegué… a la edad loca, a los quince…me tocó ir a que me mandaran pas�llas… al hospital del pueblo… al principio me negaron la orientación porque era una menor de edad… hasta que fui con mi mamá… entonces ahí sí me dieron como que una tableta, pero había que comprarla, no me acuerdo el nombre, pero mi mamá siempre las tenía, ella siempre las tenía porque ella las u�lizaba…” Hacia los 16 años llega el segundo hombre a su vida, aunque con él todo transcurrió de manera relajada, espontánea y abierta, sin�ó la necesidad de ser juiciosa con el uso de las “pas�llas, porque un embarazo a estas alturas no aguanta” y además negoció con su pareja la protección: “Lo negociamos desde el mismo momento en que nosotros empezamos la relación, tú te cuidas, yo me cuido… siempre hubo como que esa protección…, a pesar de que duramos cinco años”. La relación se terminó porque él tenía otra persona. Tuvo una pausa afec�va en su vida que duró aproximadamente un año, hasta que se juntó con alguien que describe igual de “loco” a ella con quien duró otro año, “pero con él si no hubo contacto sexual ni nada”. Entre tanto desarrollaba sus estudios superiores, hasta que reaparece quien será el papá de su hijo, aquel chico de su adolescencia temprana, ese cuya amistad tuvo por algún �empo “congelada”, en razón a que él tenía otra mujer, llegó a trabajar a Tubará y fue la oportunidad para retomar la amistad y poco a poco se dieron las cosas. Al principio fue di�cil que lo aceptaran sus padres porque estaba lleno de tatuajes y usaba el cabello largo, y eso que solo lo llevó a su casa cuando comprobó de diferentes maneras que era un hombre de fiar y que no tenía enredos, porque no acepta ser “un segundo plato”. Esta desconfianza la alimentó a par�r de su trato permanente con hombres, incluso mayores que ella, que han sido sus amigos y de quienes aprendió. “Cuando lo aceptaron él…me visitaba, yo iba donde él, hasta que yo entré a trabajar, ahí… nos distanciamos… porque yo trabajaba de sábado a viernes, prác�camente casi toda la semana, porque…me sobrecargaba… yo no descansaba, hasta que quedé embarazada, que eso fue como para sep�embre, octubre…en ese entonces él estaba sin trabajo, el vino a conseguir trabajo como taxista cuando yo tenía cuatro meses de embarazo”. FUE DIFÍ CIL