hay que ponerle un marcapasos en su corazón,
hay unas válvulas tapadas y necesitamos ponerle
un marcapasos, y tu hija no responde, hay un
pulmoncito que no le responde, entonces
el pulmoncito que �ene está funcionando por los
dos, o sea Mariana está muy complicada”.
Episodios como este se repiten en la vida
de Mariana, algo que pone al límite a Ana, quien
ya muchas veces ruega: “Dios…llévatela, llévatela
entonces, porque si me la vas a dar para que ella
sufra, mejor llévatela, qué más le va a salir a mi
hija, entonces si no la vas a dejar bien, entonces
llévatela y ya…. Me vas a dejar un vacío a mí,
pero llévate a mi hija”.
La dedicación permanente al cuidado de
Mariana, no le deja mucho �empo a Ana para
su otro hijo Mateo, quien dice su madre la ama
mucho: “Él la ve, él la besa, la carga, cuando
ella empieza a convulsionar me dice mamá se
muere, corre, se muere la niña”. Mateo ahora
vive con un gran amigo quien decidió hacerse
cargo de él, mientras este duro momento se
resuelve: “Mi hijo se apegó tanto a ellos, y no es
sangre, no es familia, pero ellos se ganaron
el amor de mi hijo..., le dice papá”
Entre tanto Mariana no asiste a ninguna terapia,
sigue con problemas en cuanto a la afiliación
al sistema de salud, Ana ha tenido que entablar
acciones legales con pocos resultados, incluso
demandó a la estación de servicio del abuelo
de su hija, quien la despidió sin justa causa cuando
aún sin saberlo estaba embarazada, con ello logró
una insignificante suma de $10.000.000 que poco
ayudaron a resolver sus afujías económicas,
las cuales empiezan por tener que comprar por
sus propios medios la carbamazepina, para ayudar
a menguar el estatus convulsivo en que se
encuentra sumida su hija. Vivir con su hermana
tampoco ha sido fácil, no ha encontrado el apoyo
y la solidaridad que esperaba, para empezar
su hermana no tolera a Mariana y hasta le ha
insinuado que se vaya de la casa, a pesar que
ella dedicó gran parte del dinero obtenido en
la demanda a mejorar las condiciones
habitacionales.
Ana ha recibido el apoyo que desde Profamilia
se le ha podido brindar en el marco
del proyecto Zika Packard, al que llegó por mera
casualidad, y por esa voz a voz que suele correr
entre las comunidades pobres y vulnerables.
Allí encontró un espacio para compar�r
su historia como medio de sanación emocional,
los espacios psicoterapéu�cos le han ayudado
a alivianar su carga, a una mujer que siente
que la vida todo se lo ha negado y que ha
contemplado el suicidio como un medio para
apagar su intenso sufrimiento. También fue
la oportunidad para colocarse un implante
subdérmico, no había podido acceder a este
servicio por la falta de afiliación al sistema
de salud, sin embargo, ingresar al proyecto fue
ver la posibilidad de u�lizar un método seguro
que le permi�era estar tranquila y no sumar
a las estadís�cas de las mujeres con embarazos
no deseados. Decisión que obtuvo toda la
crí�ca de su madre, bajo el argumento que
ella si ni siquiera tenía novio para qué quería
ponerse ese “adornito”.
En este momento los sen�mientos
de impotencia aumentan, por no poder
ayudar a su hija, no poder sacarla a un parque,
no poder sen�r su voz, sus abrazos, no poder
verla sentándose o caminando o que le diga
mamá. Le duele que Mariana convulsione
permanentemente, que no tenga nada para
darle de comer; que no la ha podido afiliar
al sistema de salud, que ha enviado hojas
de vida y buscado empleo por todas partes,
con la esperanza de labrar un futuro mejor
y nada le resulta; por eso ahora con toda
firmeza no le recomendaría a ninguna mujer:
“QUE TENGA
UN HIJO ASÍ,
LA VERDAD
NO”.