Historia sobre la música clásica. Historia insolita de la musica clasica I - Alberto | Page 14
Historia insolita de la musica clasica I
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Alberto Zurron
Ahora bien, si la falta de respeto hacia el hombre levantaba postillas en el
superhombre, la irreverencia o la indiferencia hacia sus obras no levantaba
nada. Directamente hundía, aniquilaba. Suponía el feroz desencuentro entre
artista y público que sólo el paso del tiempo y una conveniente reeducación
del público (nunca una remodelación de la obra, faltaría más) podría
solucionar a un plazo difícil de calcular. Entre tanto, la misma desorientación
causaba que una obra hubiese constituido inicialmente un éxito y tiempo
después sufriese el repudio de aquellos que antes la habían abrazado. Eso le
sucedió a Prokófiev cuando en noviembre de 1929 se repuso su ballet El
amor de tres naranjas en el Teatro Bolshoi. Ya había conocido el éxito en
América y Rusia, pero el compositor se sintió no poco herido cuando supo
que ahora los rusos se aburrían con ella, llamándola El amor de los tres
intermedios mientras se paseaban por los vestíbulos en los descansos. La
misma humillación sufrió Stravinski durante los ensayos de su revolucionario
ballet Petroushka con la Filarmónica de Viena, en los que el enemigo no
estaba puertas afuera, sino dentro, muy dentro, en los propios músicos, que
mascullaban Schmutzige Musik! (¡mierda de música!) mientras maniobraban
para que sus instrumentos digirieran lo indigerible. «Nunca me ocurrió nada
semejante en ningún otro país», afirmaba desolado en Crónicas de mi vida.
Pero la verdad es que sí volvió a ocurrirle. Con el propósito oculto de
socorrerle económicamente, Arthur Rubinstein le encargó una pieza para
piano que, una vez alumbrada, recibió el popular título Piano Rag Music. Una
vez recibida la partitura el conservador Rubinstein paseó la mirada por los
primeros pentagramas y se mostró tan apegado a la tradición como
desprendido de su dinero cuando alargó el cheque a Stravinski a la par que
una carga de profundidad: «Aquí tiene su dinero, pero también su partitura.
Permítame que no pueda tocar lo que no puedo llegar a entender». El
obstinado Stravinski decidió entonces interpretar la pieza allí mismo para él,
«para que tenga claro cómo va» le amonestó. Estaba seguro de que
Rubinstein había pasado por alto multitud de matices y él se encargaría de
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Preparado por Patricio Barros