La carencia se extiende también al aceite, carne, leña, jabón, etcétera. La preocupación de la población y del cabildo es permanente y no duda este en acudir a soluciones especiales: se reúnen en días de fiesta o por la noche, algo impensable en la época, cuando la situación es insostenible, y dichas reuniones no son extraordinarias; se prohíbe la exportación de granos y harinas, medida propia de las economías cerradas del Antiguo Régimen y que en este caso tiene más un efecto simbólico que real; se hacen usuales las compras de maíz o trigo por parte del Ayuntamiento y a costa de las arcas municipales, y, finalmente, se procedía a adelantos de fondos por parte de particulares adinerados cuando la situación era insostenible. Aunque poco se hace cuando los casos claros de especulación de víveres aparecen, o cuando la situación de la hacienda es de permanente quiebra por la falta de los pagos de los arbitrios a la actividad comercial, de la que son responsables los propios comerciantes, controladores de las estructuras sociales y políticas de la ciudad.
LA CIUDAD DE MOTRIL
A principios del siglo XVIII Motril es una pequeña villa desarrollada en torno a la actual Plaza de España, quedando todo el casco urbano protegido por los restos de una muralla defensiva que al parecer no fue capaz de sobrevivir a comienzos del XIX y de la que queda el nombre de una calle en la actualidad. De ella, Madoz refiere la existencia de « un lienzo de pedruscos de setenta y seis varas de longitud y cinco palmos de espesor, que acababa en 1830 en la puerta de Castell de Ferro », así como un postigo, el de Beas, y una denominada Puerta de Granada.
En torno a este núcleo, un entramado de callejas y de plazuelas que ordenan, por decirlo de alguna manera, un conjunto de unos dos mil edificios entre los cuales podemos encontrar once edificios consagrados al culto, dos a beneficencia, cinco del municipio, un cuartel, veintidós huertas dentro del entramado urbano, cinco casas de cuatro pisos, 139 de tres,
689 de dos y treinta y tres casas en ruina.
Esta geografía urbana es fruto de una reglamentación estricta que acaba uniformando la fisonomía de la ciudad sobre la base de un edificio con corral al que vierten las aguas pluviales y al que se arrojan las pocas basuras, que tiene que adaptarse en altura a las colindantes aunque sin respetar el número de pisos. La imagen usual es, por tanto, la de un conjunto de edificaciones de baja altura, con una planta o a lo sumo dos, utilizándose esta última para secadero de seda, algodón, etcétera. Junto a éstas, algunos palacetes de familias de cierta im-
De izquierda a derecha:
La casa de Vinuesa y la de Ruiz de Castro, dos magníficos ejemplos de construcción señorial motrileña del siglo XVIII.
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