Historia Arte I NPE Historia del arte I | Página 25
PREPARATORIA
En cualquier caso, hay dos posiciones fundamentales al respecto: la de
los positivistas y la de los simbolistas.
Los positivistas, afirman que
la concepción de la pirámide es
únicamente el resultado de una suma de
tanteos de varias
generaciones de arquitectos que alcanzan una forma arquitectónica
perfecta, fruto también de las posibilidades técnicas de un instante
determinado.
Las pirámides son tumbas y sólo tumbas.
Los simbolistas, sin embargo, parten del criterio de que la forma e
incluso, la técnica superan el mero ámbito de lo funcional para ser
portadoras de significados de carácter simbólico.
Uno de los primeros egiptólogos que afirmó que las pirámides eran algo
más que una tumba fue Ernesto Schiaparelli (1884). A partir pequeños
amuletos de forma piramidal hallados en los ajuares funerarios, asoció
la pirámide al disco solar que surge entre dos montañas.
Así pues, había que considerar a la pirámide en el seno de un marco
más amplio de construcciones y de formas naturales.
Una idea cuya evolución condujo a los obeliscos situados delante de los
grandes templos, que extendía el inmediato culto al ka del rey muerto a
otras divinidades de carácter solar, como el dios Ra y la diosa Hator.
Schiaparelli, en esta interpretación, recogía el pasaje de Plinio en que
éste afirma que los obeliscos eran rayos de sol petrificados, de modo
que la idea generadora de un obelisco no sería una combinación casual
de líneas geométricas, sino que representaría un haz de rayos solares
que irradia desde la pequeña pirámide que constituye su extremo
superior y que desciende verticalmente para dar calor y fertilidad a la
tierra.
Las pirámides serían, en consecuencia, tanto esas escaleras que
permiten que los faraones asciendan a las regiones celestes como el
símbolo de la energía que hace posible la existencia de la vida.
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