fecto casi. Conmovedoramente perfecto.
Las horas pasadas en los cafés son las únicas que he vivido, aparte de las que paso escribiendo. Mi resentimiento aumenta a causa de la estúpida vida de banquero de Hugo. Cuando regreso a casa, sé que regreso
al banquero. Huele a banquero. Lo aborrezco..
Pobre Hugo.
Todo retorna a su sitio tras una charla con Henry que se ha prolongado toda la tarde, esa mezcla de intelecto y emoción que tanto me gusta. Es capaz de dejarse arrastrar por completo. Hablamos sin prestar
atención al tiempo hasta que se presentó Hugo y cenamos juntos. Henry hizo una observación sobre la
ventruda botella verde del vino y el siseo del húmedo tronco de la chimenea.
Cree que yo debo saber de la vida porque he posado para pintores. La magnitud de mi inocencia la encontraría increíble. ¡Qué tarde he despertado y con qué furor! ¿Qué importa lo que Henry piense de mí? Pronto sabrá exactamente qué soy. Tiene una mente caricaturesca. Me veré caricaturizada.
Dice Hugo con razón que para hacer una caricatura se requiere mucho odio. Henry y mi amigo Natasha
[Troubetskoi] tienen mucho odio. Yo no. En mí todo es o bien adoración y pasión, o bien lástima y comprensión. Raramente odio, si bien, cuando lo hago, odio atrozmente. Por ejemplo, ahora odio el Banco y
todo lo relacionado con él. Odio también la pintura holandesa, chupar penes, las fiestas y el tiempo frío y
lluvioso. Pero estoy más absorbida por el amor.
Me siento absorbida por Henry, que es inseguro, crítico consigo mismo y sincero. Regalarle dinero me
produce un placer enorme y egoísta. ¿En qué pienso cuando estoy sentada junto al fuego? En sacar un
montón de billetes de tren para Henry; en comprarle Albertine disparue. ¿Que Henry quiere leer Albertine
disparue? Rápido, no me sentiré feliz hasta que tenga el libro. Soy idiota. A nadie le gusta que le hagan
estas cosas, a nadie más que a Eduardo, e incluso él, depende del humor de que esté, prefiere la indiferencia absoluta. Me gustaría darle a Henry un hogar, comida estupenda, una renta. Si fuera rica, no lo sería
por mucho tiempo.
Drake ya no me interesa lo más mínimo. Me he alegrado de que no haya venido hoy. Henry me interesa,
pero no físicamente. ¿Será posible que esté por fin satisfecha con Hugo? Hoy me ha dolido que se haya
ido a Holanda. Me he sentido vieja, distante.
Un rostro de una asombrosa blancura, ojos ardientes. June Mansfield, la esposa de Henry. Mientras venía
hacia mí avanzando desde la oscuridad de mi jardín hacia la luz de la entrada, vi por primera vez a la mujer más hermosa de la tierra.
Hace años, cuando trataba de imaginarme la auténtica belleza, me forjé en mi mente una imagen que correspondía exactamente a este tipo de mujer. Incluso había imaginado que sería judía. Hace mucho tiempo
que conocía el color de su piel, su perfil, sus dientes.
Su belleza me embargó. Mientras permanecía sentada frente a ella, me di cuenta de que sería capaz de
hacer cualquier locura por aquella mujer, lo que me pidiera. Henry se desvaneció. Ella era el color, la brillantez, lo extraño.
Su papel en la vida la tiene absorbida. Sé muy bien por qué: su belleza le acarrea dramas y acontecimientos. Las ideas significan poco. Vi en ella una caricatura de personaje teatral y dramático. Disfraz, actitudes, forma de hablar. Es una actriz soberbia. Sólo eso. No he podido llegar a su interior. Todo cuanto
Henry había dicho de ella es cierto.
Al final de la velada, yo era como un hombre, estaba profundamente enamorada de su rostro y FR7R7VW'