Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 97

84 mineros y metalúrgicos; pero, como ocurrió en los diferentes intentos de captar organizaciones sindicales, fracasaron. Sin éxito en el movimiento gremial, el PCP-SL amedrentó y asesinó a dirigentes mineros importantes, los cuales, por otro lado, también fueron víctimas del mal llamado Comando Rodrigo Franco. El espacio minero y gremial fue asediado y golpeado, pero no capturado políticamente. En contraste, en las universidades de la región, el discurso de confrontación tuvo éxito entre los jóvenes, muchos de origen rural. En Cerro de Pasco, donde la pre- sencia del PCP-SL se registró desde los primeros años del conflicto armado, la Universidad Daniel Alcides Carrión (UNDAC) fue un espacio político excepcional para la difusión y discusión de los lineamientos del PCP-SL, así como para el reclutamiento de futuros militantes. En la Universidad Nacional del Centro del Perú, en Huancayo, la presencia del PCP-SL y del MRTA fue menos prolongada, pero extremadamente violenta. Lima Metropolitana: la urbanización, la industrialización y la marginalidad Lima, la sede del poder político y económico del país, fue uno de los espacios de mayor violencia. Muchas de las acciones subversivas desarrolladas en la capital —como el asesinato de altos funcionarios estatales, dirigentes políticos, oficiales del Ejército y empresarios, así como el estallido de coches bomba, voladura de torres, ataques a centros comerciales y financieros— estuvieron motivadas por la notoriedad que podían alcanzar. A través de este tipo de actos terroristas, las organizaciones subversivas, y en especial el PCP-SL, utilizaron a la capital como «caja de resonancia» con el objetivo de magnificar su capacidad de acción y crear la sensación de zozobra y descontrol por parte de las fuerzas de orden. Lima Metropolitana fue también la sede de la principal instalación industrial del país y de su mayor población obrera. Fue, igualmente, el destino de la gran emigración rural, la depositaria de las esperanzas y, luego, de las frustraciones de millones de peruanos pobres que abandonaron sus comunidades de origen. De este modo, además de ser un lugar de asedio externo por su visibilidad, fue uno de los espacios de intensa agitación y proselitismo subversivo en sus asentamientos populares periféricos. Captar a una población obrera —el sujeto de la revolución en la ideología comunista— y a los habitantes de los «cinturones de pobreza» que rodean el centro del poder nacional fue un objetivo político y militarmente estra- tégico de los grupos alzados en armas. La modernización de Lima Metropolitana fue simultáneamente un proceso de industrialización, alentado por políticas de protección de la industria local, y un descomunal proceso de urbanización. Este último desbordó la capacidad de asi- milar la mano de obra en los sectores formales de la economía y fue incapaz de integrar el rápido crecimiento poblacional a la estructura urbana y de servicios preexistentes. Además de ello, es necesario recordar que en la década de los años 80 entró en crisis el modelo industrial de sustitución de importaciones. Esto gene- ró secuelas importantes de desempleo y deterioro de la legitimidad sindical. En este contexto se desarrolló la violencia en la región metropolitana. Las organizaciones alzadas en armas desplegaron una sistemática labor de penetración entre pobladores de asentamientos humanos populares con el objeti-