Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 8

PREFACIO Salomón Lerner Febres Ex presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación A CINCO AÑOS DE LA PRESENTACIÓN DEL I NFORME F INAL DE LA CVR DEL P ERÚ Hace cinco años, la Comisión de la Verdad y Reconciliación presentó al país un detallado informe sobre el desarrollo de la violencia entre los años 1980 y 2000. Para quienes trabajamos en dicha Comisión, esa investigación significó un en- cuentro sumamente duro con el país, con una realidad que, lamentablemente, aún se tiende a ignorar. Implicó, en pocas palabras, asumir con plena conciencia una sociedad constituida por diferencias ignoradas y por odiosas desigualdades. Se nos reafirmó, en efecto, la coexistencia inarmónica de los distintos mundos sociales y culturales que componen nuestro país: imágenes del mundo, lenguas, memorias, valores y proyectos que corresponden a los muy diversos pueblos que integran la sociedad peruana. Sin embargo, en nuestra patria las diferencias no son solamente eso; constituyen también pretextos para la preservación de un or- den jerárquico cuestionable. Por ello, estudiar el Perú de la violencia implicó tam- bién hacer las cuentas de lo que significa vivir en una sociedad donde se presume como dato natural, y por ende innecesario de justificarse, la superioridad de unos sobre otros en razón de sus orígenes étnicos. El proceso que examinamos fue, así considerado, el develamiento de nuestra propia constitución como sociedad ene- mistada consigo misma. Los recelos entre sectores sociales y culturales diversos y atendidos de manera muy desigual por el Estado; las presunciones altaneras de los poderosos sobre los excluidos; la vocación elitista de los poderes públicos, todo ello apareció como el sustrato histórico de la violencia misma, como el fer- mento que ayuda a explicar —aunque de ningún modo lo justifique— el proceder atroz de los actores armados y la complacencia de ciertos sectores sociales con la violencia, según el lado del que ella viniera. Ahora bien, desde los años de la violencia se han producido, evidentemente, cambios en el Perú, y algunos de ellos de contenido moderadamente alentador. Podemos hablar de una cierta afirmación de la institucionalidad democrática, al menos si tomamos como término de comparación el estado de servilismo de los poderes públicos de hace una década. En sectores considerables de la población