Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 62

• La primera orientación es aquélla donde resulta más frecuente la utilización de métodos como ejecuciones arbitrarias o desapariciones forzadas, desti- nados a eliminar físicamente a las personas consideradas como presuntos subversivos, colaboradores o simpatizantes, así como en muchos casos el propio entorno social o familiar de estos grupos. 49 Las fuerzas de seguridad del Estado tenían, como es natural, una ventaja de partida sobre las organizaciones subversivas: contaban con todos los mecanismos de control del Estado de Derecho. Sin embargo, no se apoyaron en ellos, sino que, por el contrario, los consideraron frecuentemente un obstáculo para su actuación. La CVR considera que si la autoridad civil no hubiera abdicado su responsabili- dad, las fuerzas estatales hubieran estado en mejores condiciones de adaptar más prontamente sus estrategias al desafío de la subversión sin necesidad de infligir atropellos a la población civil. En cambio, la impunidad en la que se desenvolvie- ron sólo sirvió de aliento para continuar utilizando estrategias con un fuerte com- ponente de violaciones de los derechos humanos. Es necesario precisar que, ante esta orientación trasgresora de los derechos humanos, el sistema judicial no asumió su obligación de aplicar la ley a los respon- sables de los crímenes que se cometían. En la inmensa mayoría de los casos, la propia Corte Suprema, ante contiendas de competencia planteadas por los tribu- nales militares, abandonó sus atribuciones constitucionales y cedió los casos a la justicia militar. Lo hacía aceptando la tesis según la cual crímenes como la tortura, la desaparición de personas y la ejecución arbitraria eran «delitos de función». En los tribunales militares, los casos fueron usualmente archivados o, en un puñado de ocasiones, tipificados y penados con gran lenidad. Por último, el gobierno de Alberto Fujimori encontró la manera de prescindir incluso de las autoridades judi- ciales obsecuentes al hacer aprobar una ley de amnistía en el llamado «Congreso Constituyente Democrático». Durante el gobierno de Alberto Fujimori la abdicación de la autoridad civil ya señalada cobró otro cariz; ésta se plegó, o se subordinó, de hecho a la visión estra- tégica y política de las Fuerzas Armadas. La alianza entre el gobierno de Fujimori y un sector de las Fuerzas Armadas cerró las puertas a toda fiscalización y abrió el paso a la más amplia impunidad tanto en lo que concierne a las violaciones de derechos humanos como en lo relativo a la corrupción a gran escala. La estrategia militar del PCP-SL, pese a la fascinación que ejercía sobre sus seguidores y a la mistificación ideológica que intentó consagrarla como un su- puesto avance científico de validez universal, fue bastante unívoca y poco varia- ble. El PCP-SL no tenía que responder al control de ninguna instancia porque no reconocía ideológicamente ningún valor a los derechos humanos, ni siquiera como un asunto de imagen pública. Por el otro lado, la complejidad de los giros estratégicos adoptados por el Estado a lo largo de la lucha contrasubversiva sugiere la existencia de dos gran- des orientaciones y prioridades excluyentes, cada una de las cuales se asocia a un cierto tipo de patrones de violación de los derechos humanos, con diferentes niveles de gravedad: