Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 53
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Cuando se hacía urgente mantener a la población como apoyó logístico de
unidades militares importantes, se optaba por una política de desplazamiento for-
zoso y servidumbre que obligaba a la población civil (considerada como «masa»)
a trasladarse de un lugar a otro huyendo de la presencia estatal, sin reparar en las
inhumanas condiciones de vida a las que esa población era sometida en campa-
mentos improvisados.
Las diferencias de la estrategia militar del PCP-SL con respecto a la normalmente
aplicada por otros grupos insurgentes en América Latina explican su propensión a
realizar actos de extrema brutalidad y su recurso permanente a la violencia como
medio para impartir ejemplos. Incluso cuando se llevaban a cabo acciones
corrientemente utilizadas por otros grupos armados en conflictos internos, existía
un ingrediente de saña y crueldad calculado para crear un sentimiento de zozobra
generalizado que sería supuestamente favorable a sus objetivos, al provocar
respuestas desproporcionadas y desmoralizar al enemigo.
La provocación fue un elemento permanente en la práctica senderista; pero,
para ser efectiva, debió asegurarse de adoctrinar a sus militantes con un sentido
fatalista de sus vidas. El llamado «pensamiento Gonzalo» elevó a la categoría de
verdad científica el concepto de una «cuota de sangre» que la población debía
pagar para lograr el triunfo de la lucha senderista, y que incluía la disposición de
los militantes a sacrificar sus vidas en acciones que no podían reportar ninguna
ventaja militar y que sólo podían terminar en su propia destrucción.
La estrategia del PCP-SL se mantuvo, en general, invariable a lo largo del
conflicto y cambió sólo en forma cuantitativa cuando se expandía a otras zonas o
aumentaba de escala, como ocurrió con los «paros armados». Cada situación que
cuestionaba la efectividad de la estrategia elegida, ya fuese la resistencia de la
población local o las operaciones estatales, se respondía no con una revisión de la
estrategia, sino con un aumento de la violencia. Así ocurrió cuando el PCP-SL
debió enfrentar la resistencia de comunidades que rechazaban su proyecto: inca-
paz de aceptar que no había ganado la legitimidad que buscaba, el PCP-SL gene-
ralizó enfrentamientos masivos entre sus columnas armadas y los grupos de
autodefensa, a los que veía como «mesnadas feudales» y no como lo que eran, la
respuesta desesperada de poblaciones que asumían la función de protección que
el Estado no cumplía.
El gráfico 9 muestra la distribución porcentual a lo largo de los años de los
casos de los principales crímenes y violaciones de los derechos humanos cometi-
dos por el PCP-SL que fueron reportados a la CVR. En el gráfico se pueden obser-
var dos grandes ciclos de violencia desatada por esta organización subversiva. El
primero, que va de 1982 a 1985, es el de mayor intensidad. Entre esos años se
cometieron cerca de un tercio de los asesinatos perpetrados por el PCP-SL que
fueron reportados a la CVR. Este primer ciclo de intensa violencia en el conflicto
armado interno se concentró, básicamente, en el departamento de Ayacucho y
está relacionado con tres procesos:
• El intento por parte del PCP-SL de imponer su modelo de estructura social
y estatal en el campo ayacuchano a través de la formación de los llamados
«comités populares».