Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 280

267 En los primeros años del conflicto, las Fuerzas Armadas carecían de adecuada inteligencia sobre la organización y las formas de operar del PCP-SL. Tanto las Fuerzas Armadas como el Gobierno ignoraban que el PCP-SL no dependía de apoyo ni de directivas foráneas, que no establecía campamentos ni mantenía co- lumnas y que acumulaba poder político y militar mediante una estrategia sin precedentes en América Latina. El Ejército dedujo el carácter de su misión de la directiva de gobierno 02 SDN/81. No contaban con un marco estratégico integral y duradero asumido por el gobierno. La estrategia adoptada por las Fuerzas Armadas suponía que la población se dividía en poblados subversivos y poblados leales al Estado Peruano. El PCP-SL, en realidad, segmentaba cada colectividad rural y, usando su base de apoyo en un segmento, lograba atraer la respuesta militar contra toda ella. Así se explica el elevado número de víctimas inocentes. La respuesta militar consistía en tomar el control de poblados y zonas rurales, durante lo cual se esperaba destruir los ele- mentos armados o fuerzas enemigas. La misión de la campaña contrasubversiva se definió como recuperación del dominio territorial. Las operaciones militares empezaron el 30 de diciembre de 1982, cuando el gobierno dispuso la intervención de las Fuerzas Armadas en la lucha antisubversiva. Bajo el mando del general Clemente Noel Moral se reorga- nizó la subzona de seguridad nacional E, que abarcó cinco provincias de Ayacucho y todo Huancavelica, extendiendo la subzona a la provincia de Andahuaylas. Luego de las primeras inspecciones del terreno y una evaluación preliminar de la distribución de la presencia subversiva se resolvió reforzar el dispositivo militar. La medida más original fue destacar dos compañías de la Infantería de Marina a un área que abarcaba desde Huanta hasta el valle del Apurímac, en la zona selvá- tica de San Francisco. Se establecieron bases contrasubversivas en todas las capitales de provincia y en puntos que permitían el control de los valles, como la hacienda Luisiana en San Francisco. La táctica principal fueron los patrullajes a partir de las bases. Pronto fue notorio que no era cuestión de reunir mayor capacidad de fuego en determinados puntos; pues los subversivos no daban batalla, se limitaban a incursionar en las poblaciones inermes, a atacar puestos policiales y, eventual- mente, hostigar a alguna patrulla militar. Mayor densidad de la presencia militar y mayor número de patrullajes fueron la respuesta a las apariciones siempre difu- sas y repentinas de los subversivos. En los lugares de mayor presencia subversi- va, la conservación de condiciones mínimas de seguridad y presencia del Estado pasó a depender crónicamente de la presencia de las bases militares. La Infantería de Marina debió abandonar los usuales pelotones y escuadras para formar patrullas de combate, las cuales se alternaban también en los servi- cios de la base. Esta transformación fue resultado de las experiencias de combate; las patrullas pequeñas se generalizaron recién en 1984. En la zona de emergencia operaban alrededor de 250 infantes de marina, el equivalente a dos compañías, los que eran relevados cada dos meses, se preparaban y descansaban en la base naval de Ancón. En total, la Infantería de Marina peruana contaba entonces con un personal efectivo de dos mil hombres, de manera que sólo la octava parte de ellos permanecía desplegado simultáneamente en la zona de emergencia en este