Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 278
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«En los primeros años, se tomaron algunas decisiones equivocadas al considerarse a la
subversión como un problema meramente policial o militar, más que una guerra política»
(Ministerio de Defensa 2000.)
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difícil, era poner las condiciones para el surgimiento de un estado de derecho allí
donde no las había, es decir, posibilitar que se genere en la población la concien-
cia de tener derechos básicos y de pertenecer a un Estado que los garantiza y,
para ello, eliminar a la organización empeñada en destruir todo asomo de esa
conciencia, el PCP-SL. Como se ve, las responsabilidades encargadas a las Fuer-
zas Armadas en el momento en que el Presidente dispone que «asuman el control
del orden interno» son desmesuradas en comparación con sus prerrogativas. Po-
ner las condiciones para el imperio de la ley y para que pueda funcionar un siste-
ma policial y judicial supone una acción integral del Estado, no sólo conquistar
por las armas el dominio territorial. Si este gran objetivo se encarga exclusiva-
mente a las Fuerzas Armadas, se entiende que ellas tienen que dirigir y organizar
esa acción integral, la cual incluirá desarrollo económico, educativo, institucional,
normativo.
Como la orden a las Fuerzas Armadas de asumir el control del orden interno
en Ayacucho fue entendida por Belaunde en el sentido restringido de enfrentar
militarmente a los enemigos del Estado, quedaba implícito que el Estado asumi-
ría el conjunto de tareas no militares necesarias para restablecer allí efectivamen-
te el estado de derecho. Si había limitación de funciones militares, eso quería
decir que debía haber división del trabajo con los civiles. Sólo una audaz combi-
nación de esfuerzo militar y esfuerzo de promoción social y servicios públicos
hubiera podido reducir la violencia del enfrentamiento y aislar al PCP-SL antes
de que reuniera fuerzas para propagarse por el resto del país. Ello no sucedió por
dos razones: por un lado, el nuevo equipo político que rodeaba a Belaunde no se
inclinaba a liderar ese tipo de acciones de desarrollo; y por otro, la estrategia del
PCP-SL incluía asesinar a los funcionarios públicos y, en general, a los agentes de
desarrollo, sean estatales o no. Antes de empezar las acciones ya existía la lógica
de enfrentar a la subversión con una estrategia meramente militar y sin involu-
crar a la autoridad civil en el liderazgo del componente político de la lucha.
Así quedó planteada una campaña militar antisubversiva con un objetivo ex-
tremadamente complejo y un apoyo mínimo por parte del resto del Estado y de
la sociedad. Belaunde no quiso dar esta guerra, dio la orden lleno de escrúpulos
cuando se le presentó como absolutamente inevitable. No hubo en las Fuerzas
Armadas tampoco nadie que propiciara esta entrada. Sólo el PCP-SL pudo ver el
ingreso de las Fuerzas Armadas a Ayacucho como un paso importante dentro de
su plan largamente premeditado. 2
Las Fuerzas Armadas elaboraron a pedido del Presidente, y sustentaron ante
él en sesión del Consejo de Defensa Nacional, un plan de campaña basado en una
evaluación de la estrategia del PCP-SL y de su organización militar y política
como una guerrilla semejante a las anteriores, inserta en el movimiento comunis-
ta internacional y, por ello, dependiente del apoyo externo. Las operaciones se
prepararon y ejecutaron según el manual NE-41-1, el cual había servido 17 años
antes en la campaña antiguerrillera de 1965.